El actor regresa hoy a los cines españoles como protagonista de una película de suspense en la que encarna a un hombre de negocios que sufre un secuestro
19 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.Robert Redford no necesita presentación. Actor, director, productor y fundador del Festival de Sundance, lo que le convierte en el mejor promotor del cine independiente, este carismático sesentón de célebres ojos azules es una leyenda de Hollywood. Comprometido con el medio ambiente, el protagonista de Dos hombres y un destino estrena hoy en España el thriller La sombra de un secuestro , ópera prima del holandés Pieter Jan Brugge en la que encarna a un hombre de negocios, cuya vida y la de su esposa -rol que interpreta la británica Helen Mirren- da un giro cuando él es secuestrado. El artista, que sabe cómo manejar a Hollywood, meca que le considera un disidente, confiesa que, más que por los muchos premios que ha logrado en su carrera, le gustaría que le recordaran por el conjunto de su trabajo. -Robert Redford dice sí a una película cuando... -Como trabajo ocasionalmente como actor, pues supongo que eso quiere decir que me estoy haciendo viejo. Cuando eres tan selectivo con los proyectos es porque el producto que te proponen no es de lo mejor. No es el caso de La sombra de un secuestro , cinta que entra en la categoría de trabajos que me gusta apoyar, bien sea como intérprete, como productor o como espectador, porque me hace sentirme bien. En este caso me gusta mi personaje y también como piensa, y creo que la película es lo suficientemente oscura como para ser un buen filme de suspense. Como actor me divirtió el reto de dar vida a un tipo que no se parece a mí, que pasa la mayor parte del tiempo atrapado y herido, situación que, personalmente, me volvía loco porque padezco claustrofobia y necesitaba estar todo el tiempo en movimiento. -Su personaje lleva una vida sedentaria, bebe bastante, y se pasa la mayor parte del retraje maniatado. -Era muy fácil perderse en este papel porque no podía desatarme las manos entre escena y escena. Se tardaba tanto en deshacer los nudos, que estuve atado durante todo el rodaje, incluso comía así. Menos mal que Willem Dafoe es, además de un gran actor, una gran persona, y me ayudó todo el tiempo. -«El Gran Gatsby» y «El candidato» son producciones que reflejan su obsesión por el sueño americano. -Y Todos los hombres del presidente también porque los dos protagonistas están obsesionados en conseguir su historia, los dos trabajan juntos con una única meta y sólo les mueve el éxito. Todo esto me fascina como artista, el pensar como alguien puede hacer cosas que nadie mas podría hacer. -:¿Se puede tenerlo todo? -No. He tenido momentos de mayor y menor seguridad en mi vida. Hubo un tiempo en el que era muy difícil para mí ir a lugares públicos, pero sentía que si llevaba guardaespaldas era peor porque provocaba que se fijarán más en mí. Termine aislado en mi propia fama, perdiendo contacto con todo aquello que me había convertido en artista, oficio para el que tienes que estar sintiendo a la gente que interpretas o que representas, y yo perdí todo eso. -¿Fue ese el motivo por el que abandonó Los Ángeles y se fue a vivir a Utah? -Sí. Necesitaba guardar algo de mi vida para mí, y no lo podía hacer ni en Los Ángeles ni en Nueva York. Entonces, encontré la solución para mis hijos y para mí: trasladarnos a un rancho en el estado de Utah. -Allí no le perseguirán las mujeres. -Las mujeres no me molestan, son maravillosas. Me casé con una de mis admiradoras. Pero había unos tipos que me perseguían que eran bastante peligrosos y me daba miedo por mi familia. Y también estaban los fotógrafos. Sé que no hay actor que no haya sido perseguido en algún momento por los paparazzi, pero hay que aprender a convivir con ellos. -¿Ha pensado cómo le gustaría ser recordado? -Mucho. Lo mejor sería que me recordaran por el conjunto de mi trabajo, y también por ser un buen padre. -¿Sigue siendo amigo de Paul Newman? -Por supuesto, somos muy buenos amigos desde hace treinta años. -¿Qué tal le trata la vida? -Bien. Puedo seguir esquiando, disfruto con las buenas comidas, me encanta montar a caballo cada mañana y poder ver los colores de Utah en el horizonte, momento en el que me parece que el mundo está bien, pero, claro, es sólo un instante.