«'El péndulo de Foucault' critica el universo de 'El código da Vinci'»

Umberto Eco

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CÉSAR QUIAN

La Voz intentó entrevistar a Umberto Eco para que hablase de su última novela. Al final, el escritor italiano contestó a las preguntas que él mismo se formuló

16 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

Esta una selección de las respuestas a las preguntas que Eco se hizo a sí mismo. -Cómo se le ha ocurrido escribir este libro? -Bonita pregunta. Podría responder: «Por las mismas razones por las cuales a Homero se le ha ocurrido escribir la Odisea ». Pero la verdadera historia es otra. Desde hace tiempo pensaba escribir un libro de memorias de mi infancia. Les sucede a todos cuando envejecen. Después he ido a presentar el libro de mi amigo Alberto Asor Rosa, L'alba di un giorno nuovo , que también narra las memorias de su infancia y de los tiempos de guerra. Y le dije en broma que odiaba aquel libro (que en realidad me gustaba mucho) porque Asor Rosa me había robado la idea y no podría escribir el mío. Un día, mientras estaba tomando un aperitivo, no recuerdo qué palabra pronunció otro amigo (quizás memoria o enfermedad) que hizo que se me encendiese la bombilla. Comencé a pensar en una novela sobre cualquiera que hubiese perdido la memoria y luchase por intentar revivir los años de su infancia, no a costa de sus recuerdos (estas cosas las había hecho ya Proust) sino en base a una memoria mineralizada, objetiva, colectiva, hecha de páginas de libros y de periódicos, de discos, de paquetes de chocolate... En este punto he iniciado la búsqueda. -¿Por qué después de cuatro novelas históricas ambientadas entre el Medievo y el Barroco, escribe una quinta novela sobre nuestros tiempos, o, al menos, sobre los de su infancia? -No, dos de mis novelas son de época medieval ( El nombre de la Rosa y Baudolino ) y una de época barroca ( La isla del día antes ) pero el Péndulo de Foucault , aunque viaja alegremente a través de dos mil años de historia, se desarrolla en el presente y ya entonces había muchos fragmentos que se referían a los años de mi infancia, a los mismos lugares, a la guerra de las guerrillas... -Está bien. Estamos ante todo ante una novela sobre la memoria. Pero lo es en el sentido del término. Su protagonista pierde la memoria autobiográfica por un ictus o algo parecido, no recuerda nada de haber tenido hijos o sobre quienes eran sus padres. Pero conserva la memoria semántica, aquella por la que se sabe quién era Napoleón o dónde se encuentra Tokio. ¿Es posible? -Sí, es posible. He estudiado muchos casos clínicos y después he hecho leer el libro a una amiga americana que trabaja en temas relacionados con las lesiones cerebrales... Por eso la mía no es una invención absurda, aunque haya imaginado una serie de comportamientos especiales, construidos para mi personaje. Por ejemplo, no he encontrado en la literatura científica el caso de alguien que, habiendo perdido la memoria, se sienta atraído por una mujer sin saber que ha tenido una historia con ella, ni tenga el coraje de preguntárselo... Pero siguiendo la lógica de otros casos clínicos, no me parece que se trate de una situación imposible y, en todo caso, me gustaba contarla, se tornaba en una historia bastante inédita... -Ciertamente, éste es el aspecto más curioso, diré, el más nuevo de su libro. Es una novela ilustrada, con centenares de reproducciones en colores que reconstruyen el universo de los años treinta y cuarenta. ¿Por qué? ¿No cree que las imágenes pueden despistar de la escritura? -También un texto multimedia tiene su escritura. Entonces, si se hace caso, casi todas las imágenes, salvo pocos casos, no sirven para hacer ver cualquier cosa que ya he descrito con palabras, muestran aquello que las palabras no dicen, aquello que está alrededor, son como un etcétera. Entonces, si se me permite referirme a los grandes ejemplos, no he hecho como Manzoni, que, para la segunda edición ilustrada de L os prometidos esposos, explicaba con detalle al incisivo Gonin cómo debían ser Lucía o Don Rodrigo. Es como si Manzoni hubiese dicho a Gonin: «Mientras yo narro han ver cualquier otra cosa que se refiera a aquella época». Pero estas son todas justificaciones a posteriori. La verdad es que durante dos años me he divertido como un lunático por tener que recuperar todas estas imágenes, una gran parte de mi colección personal y después a través de Internet o por los puestos ambulantes y mercadillos. -Por consiguiente, obra autobiográfica... -No. Repito que no quería escribir mi autobiografía, sí la de una generación. He metido en el libro todos mis recuerdos personales, obviamente, las cosas que leía yo las referencias a las imágenes que vi de pequeño, ayudado de la memoria. Después de sesenta años encontraba, por ejemplo, una copia de la revista de cuentos que elegía mi madre y descubría que era exactamente como la recordaba... Pero he intentado construir un personaje muy diferente de mí. No sólo tiene una ocupación diferente, no escribió una sola línea en su vida, no tuvo una gran sensibilidad política, tuvo traumas y experiencias personales que yo no tuve... Todo para sentirme libre de hacer el relato no conmigo mismo, pero con una época. -¿Por qué el protagonista se llama Yambo Bodoni? -Porque no se llama José Rancho Alfonso Mendoza y Calatrava. Intentemos ser más serios. Los nombres de mis personajes non son nunca elegidos al azar. Por qué se llama Yambo aparece explicado en el libro, era el nombre del autor de una historia para niños de la época, llamada Ciuffettino. Se llama Bodoni porque, como trabaja como vendedor de una tienda de libros antiguos, le di el nombre de un célebre tipógrafo. Cuando elegí Guillermo de Baskerville como nombre del protagonista de El nombre de la Rosa pensaba en El sabueso de los Baskerville de Arthur Conan Doyle. Pero alguien me ha advertido que Baskerville era también el nombre de un carácter tipográfico. Y de ahí que en el Péndulo también otro personaje, Garamond, tiene nombre de un estilo tipográfico. Es necesario poder elegir los nombres según cualquier criterio, de otro modo los personajes de todas las novelas del mundo se llamarían todos Pinocchio. -¿Cree que con el «Péndulo de Foucault» ha abierto un camino que ha guiado a obras como el «Código da Vinci»? -Puede ser, pero me gustaría que quedase claro que si uno lee seriamenre el Péndulo entienda que es la sátira, la representación grotesca de todos aquellos que leen y escriben el Código da Vinci . El Péndulo podría ser leído como la crítica del Código da Vinci, salvo que está escrito quince años antes. El Péndulo denuncia todo un universo oculto que Dan Brown ha saqueado a manos llenas intentando darle seriedad. No creo que lo tome con seriedad pero ha estado bastante brillante al hacer que sus lectores se lo hayan tomado en serio. Traducción: Isabel Alvite