
Capítulo/Semana XXV En que don Quijote decide penar amores por la sierra adelante, en pelota y sin provisiones, como quien se toma unos días de turismo rural
19 jun 2005 . Actualizado a las 07:00 h.Desaparecido Cardenio se despide don Quijote del anónimo cabrero, monta en su montura -valga la redundancia- y se interna con Sancho en lo más intrincado de la Sierra Morena. El escudero, al que su amo tiene dada orden de silencio, le pide licencia para volver con su familia, que las aventuras y las palizas, sin palique, se hacen doblemente insoportables. El caballero cede, le levanta el voto, y comienza entonces la cháchara a la que el señor Panza nos tiene acostumbrados. Aquello parece una hemorragia gramatical que comienza con frases propias y acaba con ajenas, pues salen por su boca retahílas de refranes encadenados. Don Quijote, loco cabal y hombre austero, se desespera. Quiere Sancho saber la causa de la excursión sierra adentro, y le informa su amo de que se trata de emular a Amadís, que siendo rechazado por la señora Oriana, mudó su nombre por el de Beltenebros y se retiró a hacer penitencia a la Peña Pobre. Y como el paraje donde se encuentran reúne las condiciones, don Quijote ha decidido, como buen caballero, penar amores él también durante un tiempo. Libertad de Rocinante Por tanto, al llegar a un prado «verde y vicioso», liberó don Quijote a Rocinante de sus arreos y le dio libertad. A la vista de aquello y dado que Sancho se había quedado sin asno (que nadie me pregunte ni cuándo ni cómo), quiso saber éste con mucha sorna si pretendía aquel que fuese de emisario al Toboso de Dulcinea en el coche de San Fernando. Accede entonces el amo a ceder a su jaco y le pide que aguarde tres días antes de partir, lo que le dará tiempo a presenciar su sufrimiento y poder así contarlo, pues todavía le falta rasgarse las vestiduras, esparcir las armas y darse cabezadas contra las peñas. El escudero Sancho, sensato, recomienda al penitente que sea contra el agua o cosa blanda como el algodón contra lo que se golpee la cabeza, que él habrá de mentir a la amada convenientemente. Y así hablando acaban por tratar de la carta que Sancho deberá llevar a Dulcinea, y desvela entonces don Quijote el verdadero nombre de la dama, que no es otra que Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y de Aldonza Nogales, a la que Sancho resulta conocer y recuerda como una moza de pelo en pecho y más fuerte y robusta que todos los mozos el pueblo. Finalmente la carta de amor es escrita y con ella un pagaré a favor de Sancho por importe de tres de los pollinos de la hacienda de su amo, y con ambos documentos parte Sancho a lomos de Rocinante y lleno de gran preocupación por el señor Quijano, que deja abandonado a su suerte sin alimentos en medio de la sierra.