La polémica normativa del idioma entró ayer en vigor en todo el país excepto dos «laender», que se resisten a acatar las nuevas reglas, al igual que intelectuales y prensa
01 ago 2005 . Actualizado a las 07:00 h.La Alemania amante del orden se siente al borde del caos ortográfico, ya que pese a entrar hoy en vigor en casi todo el país la nueva normativa, dos «laender» mantienen su resistencia a unas reglas que tampoco acatan los intelectuales. Desde ayer, en todas las escuelas de Alemania se enseñará, de forma vinculante, la nueva normativa pactada para todo el ámbito germano en 1998, con el loable empeño de simplificar la de por sí compleja gramática alemana. ¿En toda Alemania? No: dos estados federados seguirán en fase de transición. Es decir, se permitirá la «convivencia» entre la vieja y la nueva norma y no contabilizará como falta ortográfica seguir sujetándose a la antigua ortografía. Dicha etapa de transición se mantendrá en Baden Württemberg y Baja Sajonia, los «laender» disidentes, por lo menos un curso escolar más, a la espera de la comisión de expertos creada un año atrás fije, definitivamente, la nueva normativa ortográfica. Dicha comisión fue creada hace un año, con la intención de limar las asperezas en el nuevo sistema, al que decidieron no respetar ni los principales escritores vivos en lengua alemana, como Günter Grass, Hans Magnus Enzensberger y Elfriede Jelinek, ni la mayoría de editores de periódicos. La reforma ortográfica del alemán es una especie de «historia interminable», desde que el estamento político optó por acordar para todo el ámbito germano un nuevo sistema supuestamente simplificador de las reglas de la escritura. Esta nueva forma fue aprobada en 1998 por los responsables de Educación de los dieciséis estados federados alemanes y sus homólogos de Suiza y Austria. Entonces se pactó una aplicación gradual, con generosos plazos de transición o convivencia entre ambas normativas, hasta la prevista entrada en vigor de la nueva normativa, ocurrida ayer. Dificultades Al margen de las dificultades técnicas para su implantación en las escuelas, la reforma no ha prosperado entre el ciudadano común y menos aún en el mundo editorial y la intelectualidad. Según un sondeo del instituto Allensbach, únicamente a un 8 por ciento de los ciudadanos les parece bien el nuevo sistema, frente al 61 por ciento que lo rechazan. Los grandes medios -desde el popular Bild a Der Spiegel y Frankfurter Allgemeine -, que al principio iniciaron un esfuerzo por acatar la regulación, decidieron regresar el año pasado a la vieja norma, mientras que escritores como Grass, Enzensberger o Martin Walser no la aceptaron nunca. La clase política reaccionó a estas disidencias recordando que no se podía dar marcha atrás, puesto que desde 1998 millones de niños están aprendiendo a escribir con las nuevas reglas.