El escritor abandonó el país cuando los nazis tomaron el poder y nunca quiso regresar Políticos y críticos se reúnen en Lübeck, la ciudad natal del autor de «La montaña mágica»
12 ago 2005 . Actualizado a las 07:00 h.La ciudad de Lübeck, en el norte de Alemania, acoge hoy a los grandes de la política para rendir homenaje a su hijo más ilustre, Thomas Mann. Cuando se acaban de cumplir 50 años de su muerte (12 de agosto de 1955), la presencia del presidente federal, Horst Köhler, y el gurú de la crítica literaria germana, Marcel Reich-Ranicki, es más que simbólica. Es una suerte de reconciliación pública con el autor de Buddenbrooks , la novela que le aupó hasta el Premio Nobel cuando apenas contaba 31 años. La figura literaria y política de Thomas Mann nunca ha dejado de ser blanco de las críticas. Recientemente el también Nobel Günter Grass lamentaba que se le prestase demasiada atención a Thomas Mann, en detrimento de su hermano, también escritor, Heinrich Mann («Profesor basura», más conocido en su versión cinematográfica, El ángel azul, protagonizada por Marlene Dietrich). Las críticas de este alemán errante que fue Thomas Mann no sentaron bien, sobre todo a los intelectuales que optaron por el exilio interior. «Donde yo estoy, está la cultura alemana», dijo al emprender la segunda etapa de su periplo, que de Suiza le llevó a Estados Unidos. Thomas Mann huyó de la Alemania nazi para no volver nunca más al país de la «culpa colectiva». No obstante hoy, y con la debida distancia histórica, Mann está considerado el escritor alemán más representativo del siglo XX. Prueba de ello son las continuas reediciones de la saga familiar de los Buddenbrooks (1901), Muerte en Venecia (1912), La montaña mágica (1924) o Doctor Fausto (1947), por citar sólo sus obras más conocidas. De lectura obligada en los colegios, es uno de los pocos clásicos alemanes que, pese a sus vastas descripciones y sesudos soliloquios, sigue teniendo vigencia. «La popularidad de Friedrich Schiller se reduce al siglo XIX, la lectura de Johann Wolfgang Goethe requiere un alto grado de conocimiento, Franz Kafka siempre será una incógnita. En Thomas Mann, por el contrario, se concentra todo un siglo, en una vasta saga familiar, en la que sus obras son como los capítulos de su vida literaria», apuntaba ayer el crítico Friedrich Diekmann, en el Süddeutsche Zeitung . Junto con Goethe, y heredero de su legado, Thomas Mann sigue siendo estudio de más germanistas. Y de los críticos, como Reich-Ranicki, que le consideran «el más alemán de los alemanes», en respuesta al rechazo del que fue objeto durante tantos años.