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Eduardo Lago, ganador del Premio Nadal, es nieto e hijo de gallegos

Rodri García LA VOZ | REDACCIÓN

TELEVISIÓN

JULIÁN MARTÍN

16 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

El hombre que se parecía a Orestes, de Álvaro Cunqueiro, estaba la última noche de Reyes en la relación de los que habían recibido el Premio Nadal. Eso había sido en 1968. Al ganador de este año lo presentaron como madrileño, dato cierto, lógicamente, pero pocos repararon en sus profundas raíces gallegas de donde proceden sus padres y sus abuelos. Parecía que en los discursos de la noche del Nadal sólo se citaría a un gallego, Constantino Bértolo, al que la finalista, Marta Sanz, otra madrileña, agradeció que le hubiera apoyado publicando sus primeras obras. Pero allí estaba Eduardo Lago, nieto de una familia coruñesa que durante años regentó el hotel La Provinciana, en la calle Rúa Nueva. «Había un café muy famoso, que era La Mezquita, y justo encima estaba el hotel», explica Lolita Lago, tía de Eduardo y «la más pequeña de trece hermanos». Bromea al explicar que la familia «vivíamos en otro sitio porque si nos quedamos en el hotel ya casi lo llenábamos». En la actualidad, el local ha desaparecido «y en su sitio hicieron otro edificio», explica. Sobrino de Lago Rivera Entre los trece hermanos citados estaba otro artista, el pintor Antonio Lago Rivera, uno de los componentes más destacados de la Escuela Española de París, donde empezó a exponer en 1946 gracias a la ayuda de Jaume Sabartés, secretario de Pablo Picasso. Casado con una francesa, fija su residencia en París, donde fallecerá, y en cuyo museo de arte moderno se conserva alguna de sus obras, al igual que en los fondos de Caixanova, entre otros lugares. El padre de Eduardo Lago, que lleva el mismo nombre, es un militar coruñés actualmente afincado en Madrid, mientras su hijo, como contó al recibir uno de los galardones más prestigiosos de la literatura española, lleva 18 años residiendo en Nueva York. La novela ganadora, Llámame Brooklyn, es la primera que escribe este profesor de literatura y a ella dedicó cinco de los veinte años que lleva en la Gran Manzana. «Ya sabía que escribía», explica Lolita Lago, apuntando que no es el único miembro de tan extensa familia que se dedica a esto de la literatura porque «mi hija, María Dolores Singer, también publicó un cuento hace más de un año, claro que a ella no le dieron un premio».