Ganador del Premio Nadal con su primera novela, «Llámame Brooklyn»,Lago explica su fascinación y la de otros escritores españoles por el imaginario de Nueva York
08 feb 2006 . Actualizado a las 06:00 h.«Aún no me lo acabo de creer», asegura Eduardo Lago, un madrileño hijo y nieto de coruñeses que a sus 50 años ha ganado el Premio Nadal con su primera novela, Llámame Brooklyn (Destino). Lago reside desde hace 18 años en Nueva York, donde es profesor de Literatura española. Hasta ahora sólo había publicado dos «libros muy menores». «Nunca he tenido prisa por publicar», asegura. Admirador de Felipe Alfau, Pynchon, De Lillo o Cormac McCarthy, pero también de Valle-Inclán, Gracián y el primer Ferlosio, su obra es de estructura compleja, pero clara, «quizá de corte clásico». En su opinión, «las leyes del mercado son una menaza para la literatura, que debe reponder a algo muy profundo y no al márketing. La literatura de verdad está en otro lugar que no es el mercado». -A primera vista, su novela parece escrita por un norteamericano -Cuando gané el premio escribí un resumen de la novela y me dije para mí que no tenía nada de española, sino que parecía escrita por un americano y me quedé algo extrañado. Pero la verdad es otra, yo pertenezco a la tradición española del realismo. A eso hay que añadir mi larga estancia en EE.UU. y lo que he aprendido de los grandes escritores de ese país. Como creo que la novela española está anquilosada y es autocomplaciente, con algunas honrosísimas excepciones, consideré mi obligación, no mi elección, mezclar las dos tradiciones. -¿Cómo explica la fascinación que sienten muchos novelistas españoles hacia Nueva York y EE.UU. en general, como Loriga, Muñoz Molina, Cercas, Atxaga, Sánchez Espeso, Andrés Ibáñez y usted mismo? -El tema de los escritores españoles que eligen EE.UU. como imaginario puede ser objeto de una tesis. Sorprendentemente son muchísimos. Existe una fascinación extraña. Una posible explicación es que en nuestro tiempo se ha perdido la épica, que siempre ha acompañado a la literatura. En EE.UU. hay todavía un sustrato que corresponde a lo que era la épica en la literatura clásica, que se manifiesta en planos míticos, como podrían ser el western o el cine. Nueva York es un escenario extarordinariamente estimulante donde no hay que hacerle cosquillas a la realidad para que devuelva cosas que funcionan, lo único que tienes que hacer es ajustarte al medio. Creo que todos estos escritores, con muchas diferencias entre ellos, acuden a Nueva York a buscar esa materia épica. -Es curioso que este fenómeno se produce mientras crece el antiamericanismo. -Es verdad. Pero es que hay dos EE.UU. Yo, que vivo allí, me siento antiamericano muchísimas veces. Pero esa nación tiene algo, que es una sustancia democrática verdadera, una pureza, una radicalidad, que prevalecen sobre momentos de gran oscuridad como el de ahora con Bush. Además, hay algunos aspectos del sueño americano que funcionan, por ejemplo la posibilidad de reinvertarte, de que te reconozcan el miligramo de talento que tengas y te lo estimulen. -Usted ha entrevistado a los grandes escritores estadounidenses en su faceta de periodista cultural. ¿Qué le han aportado? -Yo les hacía preguntas de escritor, con lo cual ellos me revelaban los mecanismos internos de sus procesos creativos. Me impresionó la honestidad de Philip Roth, que con 70 años y más de 20 novelas publicadas sigue diciendo que se levanta cada mañana para escribir con el ánimo de quien baja a la mina, que no le veía la gracia a eso de la literatura, que es durísimo, un trabajo diario impresionante. Me di cuenta de que si uno es realmente honesto y se toma la literatura como algo muy serio es la verdad.