La exposición con fondos del Museo Dolores Olmedo abrirá la sede coruñesa de la Fundación La obra de caballete ofrece otra visión de quien fue el muralista más conocido del mundo
11 mar 2006 . Actualizado a las 06:00 h.En sentido inverso al histórico, Diego Rivera llegará a Galicia después de que la obra de Frida Kahlo llamase por el público. Será en A Coruña, en la penúltima semana de este mes, y la obra del más universal artista mexicano servirá para inaugurar la nueva sede de la Fundación Caixa Galicia en la ciudad. Esta exposición, como la realizada sobre Frida Kahlo por la misma institución, tiene el mismo origen: los fondos del Museo Dolores Olmedo, situado en un lado de la ciudad de México, y que se creó a partir de las colecciones de la que fue una de las grandes compradores de arte mexicanas en el siglo XX, mecenas y allegada de Diego Rivera. La Fundación Caixa Galicia exhibirá casi una cincuentena de obras que descubrirán al espectador gallego un pintor diferente. No es el muralista que sintetiza la historia de México y, en muchos sentidos, la concentra hasta convertir su pintura en el centro mismo de la identidad mexicana. No es tampoco el pintor artísticamente político, aunque en sus obras se aprecien algunas de las actitudes que habría de mantener en casi toda su extensa creación plástica. La exposición de la institución económica descubrirá a un pintor ligado a las vanguardias europeas de comienzos del siglo XX. Un artista que se liga a la estética cubista y que la practica con vocación clásica. Los años europeos de Diego Rivera y la influencia que esos años tuvieron en su posterior pintura de caballete son uno de los grandes atractivos de esta exposición. Los especialistas mexicanos en la obra de Diego Rivera coinciden en señalar que la europea es una etapa que va más allá de la formación. Según Juan Coronel Rivera, nieto del artista, «descubrió en Europa el significado de trabajar en vanguardia y, aunque de regreso a México no continuó en lo estilístico, la intención de descubrir algo nuevo en cada obra tan propia de la época siempre la mantuvo». Los especialistas señalan de forma especial la integración inicial y la maestría con que el muralista se integró en el cubismo. Fue admirador a lo largo de toda su vida de Pablo Picasso, aunque los rumbos que debía tomar el cubismo abrieron la brecha de la discrepancia entre ambos. La crítica mexicana señala que la obra cubista de Rivera es de primera línea, comparable a la de nombres como Braque o Juan Gris. En el mismo sentido, señalan que la crítica europea no ha valorado en su justa medida la obra europea de este artista ni la influencia que ejerció sobre el progreso cubista y sobre otros artistas. Otro de los puntos de atención de esta exposición serán los motivos indigenistas de Rivera, que están repartidos por varias etapas de su pintura. Esta forma de mirar y de pintar a las clases menos favorecidas de México habría de ser definitiva a su regreso de Europa y su conocidísima carrera como muralista. La exposición que ocupará la nueva sede de la Fundación durante toda la primavera incorpora algunas de las figuras indígenas, mestizos o negros, por las que Rivera se sintió atraído y que pretendía dignificar, al tiempo que ofrecerá una muestra de la pintura de caballete que completó la obra del artista y que, entre otras cosas, fue la pintura vendible.