Un cantor para siempre

César Casal González
César Casal A CORUÑA

TELEVISIÓN

Crónica | Recital de Paco Ibáñez en A Coruña El valenciano, cercano y comprometido, triunfó a sus 72 años ante el público coruñés e incluso se atrevió con Celso Emilio en gallego

25 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

No falló este juke box de la poesía en A Coruña. Paco Ibáñez fue la noche del viernes la viva imagen de Paco Ibáñez. Demostró a sus 72 años que la edad está en la mente. Casi solo, ante un público poco peligroso, más bien entregado en el teatro Rosalía, y con la única arma de su guitarra, triunfó una vez más. Negro el fondo, como sus zapatos, calcetines, pantalón y camisa. Nevado el pelo, algo pesado, con un aspecto como del Fary en atractivo. Pero inmenso, con el pie izquierdo sobre la silla y un mueble para un vaso, ante el micrófono. El único toque de color, el rectángulo rojo de una alfombra. Hubo poemas para regalar y mucha opinión y biografía entre verso y verso. Paco Ibáñez estuvo cercano. Su voz, la de siempre. Para algunos, algo justa. En seguida les contestó: «Se puede subir la voz, pero se pierde en emoción». La voz del cantor es honda, nada menos que la huella de un siglo. Y fue trémula cuando hacía falta. Como cuando encogió los corazones al atreverse con el gallego de Celso Emilio Ferreiro. «A ver si me aprobáis y no me echáis de Galicia», bromeó. Y bordó Chove . Tanto lo bordó que efectivamente parecía que siempre llueve más y peor en las casas de los pobres. No faltó tampoco el Paco Ibáñez muy reivindicativo. Saludos a la CIA incluidos. Amor al pueblo palestino, «que los matan a tiros como en las atracciones de las ferias, y todos callados. Menos algunos». Y dedicó a Palestina unos versos terribles de Luis Cernuda. El castellano y el gallego no fueron los únicos idiomas en el repertorio. Al hilo de su biografía, recordó cuando niño vivió en un caserío, su padre en prisión, y aprendió a querer el euskera. «El tío me mandaba con las vacas al prado», explicó. Y cantó en euskera. Paco Ibáñez fue en A Coruña nuestro Leonard Cohen del exilio, el Tom Waits del Olympia parisino. Ama la poesía y hace amar la poesía. En estos tiempos de móviles y vértigo, se agradece mirar hacia adentro. Paco Ibáñez es la pausa, cuando los demás ni siquiera vamos a velocidad de play . Es peor. Vamos mucho más rápido, con la velocidad absurda de pasar hacia delante un vídeo, nuestra vida, nada menos, sin enterarnos. Disgustados y sin degustar nada. Ibáñez regaló todo el tiempo del mundo. Tres horas, tres. Llamó gigante a Neruda. Hizo cabriolas con la guitarra cuando nos puso a García Lorca. Cantó en comunión con el público, no creo que le guste lo de comunión, lo de la bruja hermosa y el pirata honrado. Hubo clásicos, el Arcipreste, Manrique, san Juan de la Cruz... Y su amigo, José Agustín Goytisolo, el de Palabras para Julia . En la segunda parte se acompañó de una poetisa y de un músico y hubo hasta lluvia artificial. Sí, se marchó galopando hasta enterrarlos en el mar. Aunque luego cayeron los bises reclamados por las palmas del público, que humeaban por este cantor de los de antes y para siempre. Paco Ibáñez. Teatro Rosalía de Castro. A Coruña. Viernes por la noche.