Puede que sí o puede que no haya influido en el tándem catódico que ambos conforman, pero se da la casualidad de que Fernando Alonso y Antonio Lobato, comparten paisanaje, de Oviedo.
El piloto arrastra fama de algo borde, pero, en fin, los genios, aunque huelan a gasolina enriquecida con aditivos, pueden permitirse el lujo de serlo porque están forrados. Lobato es de los pocos con cercanía a Alonso, quizá porque el periodista fue quien retransmitió sus dos primeros campeonatos para Telecinco en el 2005 y el 2006, con los que la privada logró impensables récords de audiencia en la historia televisiva de la fórmula 1. Quizá en parte por la entusiasta labor de Lobato, no solo con sus muletillas y comentarios, sino también por haber sabido meter las cámaras en boxes y por acercarlas a Alonso, algo que seguramente no sería lo mismo de no compartir buenas fabes con sidrina con el piloto español.
Dejó Telecinco porque las carreras les salían carísimas a la cadena de Mediaset cuando Mediapro y La Sexta se metieron por medio. Pagaron bien y se hicieron con los derechos, llevándose en el lote al propio Lobato para alegría de su paisano talismán. A pocos meses de los 46, licenciado en Ciencias de la Información en Madrid, y forjado en los talleres de Abc y Onda Cero antes de recalar en los servicios informativos de Telecinco, Lobato (premio Ondas en el 2010 junto a su equipo) es como el álter ego de un piloto en horas bajas, pero sobre todo es el calvo más popular de una competición como la fórmula 1.