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Juego de tronos 5x03:  el tercer capítulo de la quinta temporada

La Voz P. VILASOA

TELEVISIÓN

Crónica con spoilers (ojo, cuenta lo que pasa en el episodio y hace referencias a otras temporadas y a los libros publicados) de «The High Sparrow», el tercero de la quinta temporada de la popular y prestigiosa serie de fantasía

27 abr 2015 . Actualizado a las 21:08 h.

The High Sparrow (El Gorrión Supremo) es el tercer capítulo de la quinta temporada de Juego de tronos. Emitido la pasada noche, fue otro de los filtrados antes del estreno mundial del pasado domingo, y aunque el episodio de la ficción adaptada por D. B. Weiss y David Benioff trata algunos momentos icónicos de los libros, también se distancia en algunas tramas de la obra de George R. R. Martin.

Aunque las piezas todavía se están colocando en algunas partes del tablero, el tercer episodio es, hasta el momento, el más satisfactorio de los que se han emitido. Funcionan más que nunca las interacciones de los personajes, la tensión del conjunto va en aumento y los comentarios afilados, que se multiplican, nos hacen no desprendernos de una sonrisilla malévola.

Todos los hombres deben morir

Valar morghulis. Es posible que la frase que empieza el nuevo capítulo haya sido la más escuchada por Arya Stark en su corta y ajetreada existencia. La intrépida niña ha empezado su nueva vida en la Casa del Blanco y Negro, donde uno aprende a ser un Hombre Sin Rostro.

Pero a la joven loba, después de tantas aventuras, le fastidia enormemente llegar ahora a un sitio para ser una chacha. «Valar dohearis», le contesta el hombre con el rostro de Jaqen H'ghar, «todo el mundo debe servir». Por ahí empieza un aprendizaje que, poco después, continúa por las malas, cuando la otra chica que hay en el lugar la apalea cuando la Stark dice que ahora ya no es «nadie». No estará preparada hasta que no se olvide de Arya Stark. Y, lo primero, es despojarse de las pertenencias de su antiguo yo. Lo hace, pero Aguja, la espada que le regaló Jon Snow, se queda en un lugar seguro. Hay cosas de las que no es fácil desprenderse.

Al templo de los Hombres sin Rostro se acercan todo tipo de personas, de fieles, que beben por su propia decisión del agua de un estanque y, poco después, fallecen irremediablemente. Valar morghulis. Todos los hombres deben morir así que, ¿por qué no decidir cuándo?

Una boda sin bajas

Noticias frescas. El pequeño Tommen y la atrevida Margaery se casan y, esta vez, la despampanante Tyrell consigue lo nunca visto: que su marido viva más allá de la noche de bodas y que consume el matrimonio. Y vaya si lo consuma. En un enlace matrimonial en, por primera vez, la que la única baja es la virginidad del no ya tan pequeño Tommen, el tróspido león se lo pasa en grande. «Esto es lo que quiero hacer cada día el resto de mi vida», dice. Y eso que en la temporada anterior nos escandalizábamos por que Margaery se escurriera en su habitación de noche, cuando lo máximo que hacía era acariciarle el gato.

En la serie decidieron subir la edad de los personajes con respecto a los libros y esta es una consecuencia: que Tommen sí tiene edad para tener una noche de bodas en condiciones. Pero este simple cambio hace que la trama de Desembarco del Rey tenga que dar un giro también considerable. Habrá que ver, en próximos capítulos, si llega a funcionar como el original.

Juego de gatas

El caso es que Margaery Tyrell ha llegado, por fin, a la alcoba del rey, con lo que esto conlleva. Ahora, la reina tiene una mano de cartas llena de figuras altas y su primer movimiento es neutralizar a su principal rival: la Reina Madre, Cersei Lannister.

Y entonces empieza el juego de víboras que tan bien se les da a las dos reinas: los ataques venenosos con sonrisa en el rostro. La Tyrell actúa ante Cersei de forma cada vez menos sutil. Y la remata con un ataque malintencionado -«Lamento que no tengamos vino, es muy temprano para nosotras»-.  ¡Ouch! Ahí te has pasado, porque ¿has pensado en lo bien que le vienen a los bodegueros de Poniente una cliente tan fiel como la Lannister? Sinceramente, te has ganado las amenazas veladas de la Reina Madre, Margaery.

Un nuevo Septón Supremo

Así que Cersei, que ve que el que no corre vuela, va mascullando su venganza e intentando retener su influencia en la ciudad cortesana. El Septón Supremo le da la oportunidad en bandeja.

Al hombre, que es el representante máximo de la religión, no se le ocurre otra cosa que hacer una blasfemia flagrante a su propia fe en un burdel, en la que es quizás la idea original más imaginativa del equipo de la HBO: como siendo ungido por un sacerdote, le dan a elegir entre siete prostitutas que representan las siete caras de su dios. Cosa que a los gorriones, la rama ultraortodoxa y radical de la Fe de los Siete, les lleva a tomarla con él y pasearlo desnudo por las calles de la ciudad.

Así que cuando se va a quejar ante el Consejo, Cersei aprovecha: encierra al actual Septón Supremo y lo destituye. Y en su lugar pone al líder de los gorriones porque, piensa ella, de esta forma lo tendrá de su parte.

El Gorrión Supremo es como un papa Francisco de la Fe de los Siete: piadoso, cercano, generoso y nada ostentoso, que no duda en bajar al nivel de las clases más bajas. Eso sí, no olvidemos que su rama es la más radical de su religión y que, en su tarea de limpiar el mundo de perversión, vicio, delincuencia y amoralidad, tiene en Desembarco del Rey un enorme estercolero. En la ciudad, con respecto a la amoralidad, no se libra nadie.

Teletransportaciones Meñique S. L.

Si alguna vez surge la oportunidad de viajar por la geografía de Poniente, no hay duda de que el mejor compañero de viaje es Petyr Baelish. No importa que entre Nido de Águilas e Invernalia haya una distancia semejante a la que hay entre el sur de España y el norte de Suecia, que el tío se ventila esos kilómetros en un par de capítulos. En este mismo, pasa de Foso Cailin a la antigua fortaleza Stark en un par de escenas.

Esta geografía relativa y voluble es quizás, y aunque comprensible por razones técnicas, el aspecto menos logrado de la serie con respecto a las novelas, en las que los caminos sí llevan un tiempo considerable y el paso de los días se nota con mayor fidelidad.

Pero la adaptación lleva también a cambios importantes en las tramas, algo especialmente visible en las de Sansa y Meñique (en la que confluyen dos historias que en las novelas son independientes) y la de Brienne y Pod (un cambio de rumbo radical con respecto a una de las tramas menos satisfactorias -muchos dirán aburridas- de los libros). De momento, los cambios, que irritan a los fans más ortodoxos, funcionan a pesar de que se pierdan por el camino los matices y la riqueza del minucioso artilugio que ha ido gestando George R. R. Martin. Tendremos que ver si, al menos, se llega al mismo punto tomando senderos tan diferentes.

En el caso de Meñique, el personaje más calculador se lleva a Sansa Stark al castillo que la vio nacer para contraer matrimonio con el hijo del hombre que apuñaló a su hermano. Petyr Baelish está jugando como solo él sabe y necesita el enlace dentro de su infalible geoestrategia.

Sansa acepta a regañadientes, después de que Meñique la convenza de que, salga como salga el plan, ella tendrá la baraja ganadora para acabar en el lado de los vencedores. Eso sí, Sansa, lo de convivir un tiempo con un degenerado mental no te lo quita nadie.

Tras ellos van Brienne y Pod, en una escena en la que la guerrera cuenta quizás la más conmovedora de las historias de su pasado, sobre cómo Renly Baratheon logró ganarse su lealtad. Brienne tiene claro a quién seguir: a los hombres y mujeres buenos, que ven en ella una persona y no un monstruo.

Jon Snow manda

Más al norte, en el Muro, Jon Snow ya es un lord Comandante de la Guardia de la Noche con todas las letras y esto conlleva una enorme responsabilidad. Aunque el bastardo más querido podía cumplir su sueño y ser un legítimo Stark, decide seguir adelante con su juramento y desempeñar el puesto para el que ha sido elegido, con todo el honor que se le presupone a alguien que ha crecido bajo el amparo del bueno de Ned.

Aunque Stannis le recomienda dividir a los enemigos que viven con él en el Castillo Negro, Jon decide hacerle caso a medias. Así que mantiene a Alliser Thorne allí con un puesto de lo más prestigioso, como primer explorador, y manda lejos al cobarde Janos Slynt, a un castillo en ruinas con la misión de restaurarlo. Y si al primero le encanta la idea, el segundo se planta y le dice que ni hablar. Mal hecho, Janos, nunca se le lleva la contraria en público a un lord Comandante.

Así que a Jon no le queda que otra que hacer algo que también le enseñó su honorable padre: cortarle la cabeza a los que no obedecen las órdenes. Slynt se cabrea primero, enmudece después y, finalmente, cuando ve su fin cerca, gimotea pidiendo perdón como un niño asustado. Pero ya no hay marcha atrás. Jon demuestra que es él quien manda, ante el inusual -y, por ello, más valioso- gesto de aprobación de un siempre exigente Stannis.

Vuelve el Tyrion de siempre, ¿o no?

Tyrion, por su parte, quiere ver chatis. Ya no aguanta más en ese carruaje. Convence a Varys para irse de juerga por la ciudad y, después de ver a una misteriosa sacerdotisa que lo mira de forma inquietante, deciden que lo mejor es meterse en un burdel.

Cuando el portero le toca la cabeza porque al parecer da suerte, Tyrion le contesta como solo él sabe: «Da todavía mejor suerte chuparle la polla a un enano». Echábamos de menos tus salidas de tono, pequeño parricida.

Pero aunque parezca lo contrario, el Lannister ya no es el que era y, ante la presencia de una bella mujer de compañía, Tyrion se da cuenta de que ya cumplió su cupo vital de prostitutas rompecorazones.

Allí, la más popular de las trabajadoras es una que se viste como la khaleesi. Y hay un hombre que le pone ojitos a esa prostituta: no es otro que Jorah Mormont, el pagafantas más conocido a ambos lados del mar Angosto, que se lamenta tras una copa de vino.

Pero Mormont ve al enano y, con él, su oportunidad para dejar de ser un exiliado. «Te voy a llevar a junto la reina». ¿Cersei, que busca su cabeza? ¿O Daenerys?