Sobrevivir a la gala de Supervivientes no solo genera insomnio (pasaba de la una y media), sino también unas ganas terribles de echarse al cuello de los realizadores. Toda la expectativa del reality se firmó con un final tan abrupto que desinfló el show como si fuera de cartón piedra. Si de Supervivientes se esperaba una gala final al menos en la línea dramática del espectáculo que ofrecen normalmente, la cosa se quedó descafeinada con errores de bulto. En la edición en que descubrimos cómo Chabelita se comió al clan Pantoja de una sentada, con una entrevista que llenará la parrilla veraniega con sus coletazos; en la misma en que Fortu se tatuó la sombra de la infidelidad con un obús lanzado por sus compañeros desde la isla, lo del domingo por la noche se despachó con una rareza que ya sobrevoló en la final de Gran Hermano Vip. Entonces con la duda del tongo, y en Supervivientes con una decisiva repetición de una prueba, con un «cerramos las líneas» que sonó como un hachazo contra Nacho Vidal sin poner, además, sus mejores momentos en el reality. Si Telecinco apostaba por un claro ganador esa ha sido sin duda la repercusión de sus intenciones en las redes sociales y, de nuevo, una audiencia entregada a la polémica. Cada vez más premeditada parecen estas estrategias toscas de movilizar al espectador para seguir alimentando sus espacios en cadena.