Quieren ser como tú. Ana Rosa y Pablo Iglesias nos han hecho el mejor sketch posible de la campaña electoral con esa naturalidad que desborda. Nada preparada. Verlos a los dos a lo Pimpinela, a lo Arguiñano, haciéndonos demostración de que son capaces de vivir en la normalidad nos ha dejado noqueados. Para eso ella se quitó el traje de chaqueta, se colocó la camisa vaquera sobrepuesta, en un look sport de señora que va a andar (o para echarse a correr) y él literalmente se desmelenó. Para decirnos a nosotros, en esa audiencia buscada de acercarse a las abuelas, que él es un chico más, despreocupado en lo formal, intenso en lo sentimental, pero un tipo sencillo, que no ha sido capaz (o no ha tenido tiempo) de cambiar el calentador por el gas ciudad. Alguien sin la capacidad económica ni el tiempo necesario como para gastarse los cuartos en remodelar su pisito de 60 metros. (Los de Cámbiame tienen un filón si lo atacasen de frente y él se dejase más). Porque lo que está claro es que esta entrevista a lo Amilibia -de aquel tiempo en que los chicos de la prensa rosa entraban en casa de los famosos y ellos se daban sin el estupor de años después- es un género que Ana Rosa ha recuperado con afán. El mismo que no ha dudado Pablo en ponerle para ganarse otro target de votantes. Sin escrúpulos. Todo muy normal, a lo Pablo, Ana Rosa y viceversa.