El certamen acepta el tema de Jamala porque ni el título ni el texto tienen carga política
06 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.¿Show musical o batalla política? Eurovisión es con frecuencia escenario de confrontación. Y este año ha vuelto a ocurrir: Ucrania ha indignado a Rusia enviando a una tártara de Crimea como representante al concurso que se celebra en Estocolmo.
En teoría, el certamen prohíbe cantar sobre política. Pero las banderas del arcoiris, símbolo del colectivo homosexual, los desfiles gais, las animosidades históricas y ocultos mensajes están omnipresentes. Y entre canción y canción, la representante de Ucrania lleva este año una bomba: los rusos están ofendidos y los fans del concurso, intrigados: ¿es la canción de Jamala, tártara de Crimea, una indirecta contra el ruso Putin? En realidad, el tema 1944 abre viejas heridas. Ese es precisamente el año en que miles de tártaros de Crimea -que Rusia anexionó hace dos años quitándosela a Ucrania- fueron deportados por Stalin. Solo décadas después pudieron regresar a su patria.
Jamala, nacida en Asia Central, cuenta en la canción que ella compuso en lengua tártara y en inglés la historia de su bisabuela, sin mencionar a Stalin ni a los tártaros de Crimea. Solo en las líneas «no pude tener mi patria» o en el estribillo «me han robado mi paz» denuncia el destino de esa minoría. «Los tártaros de Crimea siguen viviendo en un territorio ocupado, no es fácil para ellos», dice Jamala. Muchos se opusieron a la anexión de la península por Rusia. Desde entonces muchos activistas fueron encarcelados y numerosas familias han huido a Ucrania. La familia de Jamala sigue en Crimea y hace más de dos años que no los ve.
Muchos rusos se sienten provocados por la canción, pero no porque tematice un capítulo oscuro de la historia, sino porque señala lo que ocurre en Crimea. El tema de Jamala solo pretende «herir a Rusia», dice el político Vadim Dengin. Mientras, el Kremlin calla.
La cantante reacciona con calma a las críticas. Lo que le importa es que ha conseguido atraer el interés. «Si hubieran reaccionado con tranquilidad probablemente el mundo no le habría otorgado ese significado», dijo. El debate reforzará el interés en el destino de los tártaros de Crimea.
Pese a todo, la artista desmiente un mensaje político. La canción recuerda simplemente unos tiempos en Asia Central: «Cada vez que nos sentamos a la mesa el abuelo recuerda la deportación y habla de que no tenían ni pan», contó Jamala.
Y el jurado de Eurovisión le da la razón: la cantante de 32 años podrá actuar en Estocolmo porque ni el título ni el texto de su tema son políticos. Las normas del jurado son estrictas. En el 2009, Georgia causó indignación con el tema We don’t wanna Put In. Un año después de la guerra con Rusia, los cantantes criticaban la política de Putin. Entonces Rusia, que era el anfitrión, reaccionó furioso. El Kremlin calificó la canción de «vandalismo». Los georgianos no quisieron suavizar el texto y cancelaron su concurso.
Bielorrusia también desató la controversia en el 2011, cuando Anastasiya Vinnikova alababa en su canción los tiempos soviéticos. Se le permitió actuar solo con una suavizada versión de I Love Belarus, pero fue eliminada en semifinales. Jamala no se siente ni una heroína para Ucrania ni una enemiga de Rusia. Se siente más bien una tártara de Crimea.