Los ocho capítulos de esta serie consagran a sus protagonistas: Benicio del Toro, Paul Dano y, sobre todo, a Patricia Arquette
13 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Incursa en el género carcelario y basada en la aparatosa evasión real de dos presos en el estado de New York en el 2014, la puesta de largo de Ben Stiller como director dramático tiene muy claro su desmarque de las dos vías que animan las tramas entre rejas: huye tanto de la veta melodramática (Cadena perpetua) como del thriller percutante a lo Prison Break. Stiller y sus dos aquilatados guionistas, Michael Tolkin ?The Player? y Brett Johnson ?Mad Men? tienen claro que no hay empatía que conecte con sus personajes centrales, los dos condenados de por vida por asesinato y la profesora de costura que los ayuda en su huida y que mantiene fugaces encuentros sexuales con ambos. Benicio del Toro, Paul Dano y Patricia Arquette encarnan en estado puro esa basura blanca sin horizontes traída al primer plano sociológico por el populismo trumpista. Los 8 capítulos de esta historia de textura formal cinematográfica esculpen las tres personalidades sin espacio cómplice con la fealdad física y moral, el estiércol atmosférico repelente de cualquier brote sentimental. Mención singular merece el naturalismo que dibuja una formidable Patricia Arquette, antiheroína sexualmente animalizada, presa de autodestructiva inmadurez emocional. Arquette, Globo de Oro, está brillante. No más que Del Toro, Dano o secundarios como David Morse o Eric Lange (qué revelación su papel de apaleado marido de la infiel en serie) ni que la lenta cocción guionística de la fuga, mucho más deudora del francés Jacques Becker que del Alcatraz de Siegel y Eastwood.