Casi vamos a echar de menos el fútbol, lo digo con la boca pequeña, pero, vista la oferta que las cadenas generalistas nos preparan cada temporada, la cosa está floja, floja. A la tele sí que había que aplicarle una ley de memoria histórica para que dejen de aburrirnos con los mismos muermos de siempre. Como espectadora, cuesta pensar en un programa nuevo que haya roto esquemas y que no sea de esos que esté enfundado en la misma lona. Supervivientes, Sálvame, Ana Rosa, MasterChef, Pasapalabra, Boom, Got Talent, El intermedio, La Voz, La Sexta Noche, etcétera vienen a demostrar que lo único que cambia cada año es eso, el año. Porque el resto del tiempo vivimos atados a la misma gente y al mismo aburrimiento. Esa poca alegría por el cambio deviene en una desidia constante por parte de los que están al mando sobre la oferta con la que pretenden que pasemos el rato. Soportar La Sexta Noche o Sálvame es tarea imposible, como lo es encender la tele y ver a cualquier jurado decidiendo sobre el cante, el baile, el plato o las gracias de cualquier concursante. El talento se ha comido la parrilla para evidenciarnos como saltimbanquis que todos los días tienen un show por delante. Y, claro, con este horizonte, hasta las plataformas se nos empiezan a quedar resesas porque somos capaces de devorar cualquier serie antes que esta tele sosa y tediosa que es un auténtico tostón.