
Que Samantha Jones apareciese en pantalla en el primer minuto del último capítulo fue una declaración de intenciones. Ojo, este artículo contiene «spoilers»
25 ago 2023 . Actualizado a las 18:12 h.El primer minuto del último capítulo de And Just Like That fue un homenaje a los seguidores de Sexo en Nueva York. El último fue un disparo a sangre fría.
Con una tercera entrega ya confirmada, en este episodio los guionistas deciden peregrinar sobre el alambre. Para compensar los sacos de críticas y reproches que acumuló la vuelta al ruedo de Carrie y compañía, bastó un poco de gasolina hecha imagen de Instagram para amansar a las fieras. La serie recuperaba a Samantha Jones para su traca final con la intención de insuflar esperanza en esos indulgentes fans que sufrieron un aleccionamiento woke sin entender absolutamente nada. Sería solo una llamada de teléfono, tú y yo lo sabíamos, pero bastó para coger esta temporada de un modo diferente, sobre todo los últimos capítulos, que con el retorno de Aidan volvieron a saber a cosmopolitan y Marlboro light.
Esta es toda la información sin spoilers que habrá en esta crónica, así que si aún no has visto el final de temporada y quieres disfrutarlo sin conocer nada de la trama, te recomendamos que dejes este artículo para más adelante.
Quizás porque con esta serie es difícil tener las expectativas altas, que el episodio arrancase con Samantha en pantalla —en una escena tan insípida como incómoda—, fue una declaración de intenciones. Lo que estaba por venir era más grande que lo de Fátima, mayor que lo de Lourdes. Y así fue.
El sentimiento de vergüenza ajena por el que no puedes evitar mirar un accidente de tráfico ni And Just Like That, dejó paso a la exaltación: de la amistad, del amor, de la nostalgia. Ni Che Díaz consiguió romper la comunión de sentimientos que se vivió en la última cena del mítico y envidiable apartamento de Carrie. Y eso es decir mucho.
Cuando el corazón ya estaba lo suficientemente blandito apareció Aidan. Regresó a esa casa que juró no volver a pisar para recordarle, a Carrie y al mundo, que ni a los veinte, ni a los treinta ni tampoco a los sesenta, una puede dar nada por sentado. Y así, esta neoyorquina tiene otra vez munición para un libro, un pódcast, o un canal en Twitch donde intentar justificar por qué acepta un alto de cinco años en su relación —repetimos, cinco años— sin bajarse del tacón ni rechistar.