Probablemente este debate haya surgido en las últimas conversaciones con amigos, compañeros de trabajo o familiares. La serie de Movistar +, que este jueves estrena sus nuevos capítulos, ha dividido al público. ¿Por qué? Estos son los elementos que hacen tan particular este relato íntimo y cotidiano de la vida en pareja
11 dic 2024 . Actualizado a las 12:19 h.Hacía mucho tiempo que una serie española no daba tanto que hablar. Los años nuevos se cuela con frecuencia en la conversación con amigos, compañeros de trabajo, conocidos y familia. Y se debate. Aunque solo hemos podido ver los primeros capítulos de la ficción escrita por Sara Cano, Paula Fabra y Rodrigo Sorogoyen (los nuevos episodios se estrenan este jueves en Movistar), el público está dividido, casi polarizado, entre los que consideran que es una obra maestra y los que solo ven un relato soporífero de la vida en pareja. ¿Cómo es posible? ¿No hay término medio? Parece que esta serie, tan particular, tan personal, tan generacional, no entiende de grises.
El argumento, hasta el momento, es tan sencillo como efectivo. Ana y Óscar se conocen y se enamoran en esa pequeña franja de horas que separa sus cumpleaños, las 24 horas que nos obligan a cambiar al menos la última cifra cuando escribimos la fecha. El Año Nuevo en el que cumplen 30 años empieza su historia de amor y es precisamente ahí donde arranca una serie que explota al máximo el recurso de lo cotidiano y esos detalles en los que todo el mundo, independientemente del año de nacimiento que ponga en su DNI, se puede sentir representado. Se conocen, se resisten, se juntan, se afianzan, deciden vivir juntos... nada es un spoiler en una serie que básicamente sigue lo que sería la evolución habitual de una relación de pareja con sus altibajos emocionales. ¿Una telenovela? No, nada de eso. ¿Una pastelada? Tampoco. El espectador tiene más la sensación de estar viendo un documental de ficción, un relato cinematográfico de lo que son los treinta y como ese tres inicial marca la barrera en la que relaciones empiezan a ser algo más.
Cotidiano
Sin estridencias. Dicen que en la década de los treinta es donde más nos cambia la vida, la mayoría de las veces sin montañas rusas emocionales, graves acontecimientos o giros de guion inesperados. Evolucionamos, crecemos, decidimos, progresamos y nuestra relación con los que nos rodean refleja todo eso. Y eso es precisamente lo que pasa en la serie. ¿Aburrido? Quizás por momentos, pero igual que nuestro día a día. ¿Necesitamos dedicar nuestro tiempo de ocio a ver una vida normal? Nunca habrá una única respuesta correcta para esta pregunta clásica. Si no aguantas más de 45 minutos sin un cliffhanger, claramente la miniserie de Movistar + no es para ti. Pero si eres de los que no te crees nada en la mayoría de las series sobreactuadas e hipersexualizadas, probablemente encontrarás algo que te enganche y te mantenga conectado a la historia de Ana y Óscar.
Al natural
Como la vida misma. Es el piso de un treintañero. Es vida en pareja. Es la fiesta que te puedes pegar al inicio de los treinta y la que te cuesta aguantar cuando ya has consumido media década. Son esos amigos con los que ya no conectas. Y esa conversación incómoda que surge la primera vez que se mezclan tus padres y los de tu pareja. Todo parece de verdad. Las localizaciones elegidas, la forma de rodar, los actores y lo que se dicen. Los diálogos suenan auténticos y juegan un papel fundamental tanto para los que aman Los años nuevos como para los que no entienden qué le ve el resto de los mortales.
Elenco
Doble órdago. Apostar por unos actores casi desconocidos para la mayoría del público en una serie que depende al 99% de la química entre los protagonistas es un paso valiente, casi suicida. Pero Iria del Río y Francesco Carril están de matrícula dando vida a Ana y Óscar. Sus miradas evolucionan con el paso de los capítulos, su ansia por devorarse se desgasta y el cariño y la ternura van dando paso a reproches y dudas que traspasan la pantalla. Sabemos que algo ocurre, que a ella algo le aburre, que está cansada de adaptarse al universo de Óscar y que él siempre tiene miedo de que encuentre a alguien mejor, que la haga más feliz y que no la tenga pensando en que podría haber algo mejor que ese piso en Madrid, esa vida en pareja y esas cenas con amigos y familia.
Tiempo
364 días de elipsis. Solo nos cuentan lo que ocurre en el primer día del año. El resto se intuye, se menciona, se asume. La serie juega permanentemente con el espectador a que adivine qué ha pasado en todo ese tiempo y cómo han cambiado sus vidas. Ella partía de un mar de dudas y él parecía tener todo claro y lo principal cubierto. ¿Cuajará esa mezcla? Como la pareja va evolucionando nos lo dejan entrever en sus conversaciones, en sus reproches, en los motivos de sus peleas y en lo que hablan cuando están con amigos y familiares. Nada te lo enseñan, todo lo tienes que imaginar. Y sin perder de vista el año en que ocurre. En la primera cena con amigos comentan la irrupción de Podemos y mientras recorren Berlín en bicicleta se ríen de ese alcalde «loco» que quiere convertir Vigo en la capital de la Navidad. Pequeños guiños que mantienen al espectador siempre en el eje temporal. Otro granito de arena para que todo sea más real y creíble.
Intergeneracional
Añorar los treinta. Aunque podría parecer una serie hecha para disfrute de los millennials, ha conseguido conquistar a público de todas las edades. ¿Cómo lo han hecho? Los que vivieron los treinta en esa década tienen motivos de sobra para sentirse representados en esa pareja y su grupo de amigos. Entenderán sus idas y venidas, sus inquietudes o sus necesidades. Quizás también los que tienen algunos añitos más. Los que ya no se ven reflejados en los protagonistas, igual sí en esos consuegros que interpretan el gallego Carlos Blanco y el poeta Benjamín Prado, en esa madre separada que crio a Óscar casi en solitario o esa mujer que lleva toda la vida trabajando en un banco. Uno también puede verse reflejado en ese amigo Guille que fue el primero de la pandilla en tener un hijo. O en alguna de las parejas a las que Ana y Óscar diseccionan durante los capítulos: los jóvenes que se comen a besos en Nochevieja, los cincuentones que han vuelto a encontrar el amor y no paran de reírse en una tienda de ropa de segunda mano, los cuñados recién divorciados o la pareja de ancianos que llevaba toda la vida juntos.
El debate
La amas o la dejas. ¿Es Los años nuevos la serie española del año? Sin ninguna duda. ¿La mejor en años? Probablemente. ¿Una obra maestra? Quizás es demasiado pronto para decir algo tan rotundo. Todavía no hemos podido ver la segunda mitad de la serie. La madurez, la pandemia, la consolidación de la pareja, los celos, la monotonía, asomarse a ese filo que son los 40... material hay de sobra para que la serie siga enganchando. Pero tanta Nochevieja se nos puede atragantar. Es precisamente en la década de los treinta cuando muchos acaban decidiendo que es mejor plan no salir, ponerse el pijama y reírse un rato con los rótulos de Cachitos. Ese Año Nuevo alternativo que probablemente es tan natural y cotidiano que igual aparece en uno de los capítulos que todavía aún no hemos podido ver.