Aunque nuestra atención está en la Liga, queremos decir que la final tuvo el desarrollo clásico por conocido en esta clase de partidos, incluidas la incorrecciones que se sucedieron tanto dentro como al borde del terreno. Comportamientos muy censurables que tampoco sorprenden a quienes llevan muchos años disfrutando (?) de las emociones que ofrecen esta clase de encuentros en los que el equipo vencedor disfruta y hace gozar a los suyos, mientras los vencidos aparecen hundidos por una derrota en la que no creían. No es necesario señalar a los madridistas quienes, anteanoche, nos hicieron recordar el mismo escenario de aquella ocasión con la inolvidable final del Centenariazo, ganada por el Deportivo que, igual que sucedía en esta ocasión al Atlético, rompió el pronóstico y regresó a Riazor en olor de multitud y mostrando la Copa. Son aquellos tiempos a los que uno recurre ahora, buscando un alivio a esa angustia de la que el seguidor deportivista no podrá verse libre en tanto sobre sus cabezas sigan pendiendo las dudas del descenso.
El Espanyol llega a Riazor libre de temores, posición que le permitirá encarar el partido sin la necesidad que agobia al Deportivo quien parece decidido a saltar las barreras que se pongan por delante para sumar unos puntos que son indispensables. Lo decía anteayer Fernando Vázquez: «Se acabó el margen de error». Confiemos que el balón ruede hoy en Riazor hacia el lado coruñés.