El capitán del Dépor marcó el cuarto gol de aquella mágica noche, el último en Riazor
05 abr 2014 . Actualizado a las 18:34 h.Han pasado diez años, pero Fran no borra de su memoria aquella noche del 7 de abril del 2004 en la que el Deportivo empequeñeció al Milan de Kaka, Shevchenko, Maldini, Seedorf y Ancelotti en el banquillo. Suyo fue el cuarto gol del partido, el que daba cierta tranquilidad. Fue su último tanto en Riazor.
-¿Qué recuerdos tiene?
-Fue espectacular. Posiblemente, después del día que ganamos la Liga contra el Espanyol, la mejor noche vivida en Riazor. La imagen que tengo es de euforia. De gritos. De celebración.
-¿Recuerda su gol?
-Como para olvidarlo. Si no me equivoco fue el último que marqué en Riazor. Fue una contra, que recibí, me adelanté y le pegué como pude y entró tras golpear en Cafú. Es curioso, a veces tratas de colocarla y te sale mal. Esta vez le di como pude, pegó en el defensa y entró. Estaba para mí.
-¿Qué pensó o qué sintió?
-Me volví loco cuando marqué. Fue una explosión de alegría. Se juntaban muchas cosas. Habíamos remontado al campeón de Europa, había marcado en un año en el que yo era consciente de que me quedaban pocas noches grandes como aquella. Además, una semana antes había nacido mi hija pequeña, así que fue todo un cúmulo de sensaciones. Lo disfruté al máximo.
-¿Usted era de los que creían que era posible o no?
-Pues no era de los que las tenían todas conmigo pero empecé a creérmelo en el autobús, camino del estadio. Cuando vi el ambiente que había en Riazor, luego al saltar al campo vi las gradas... Me di cuenta de que esa no iba a ser una noche más. No sabía si íbamos a pasar o no, pero intuía que íbamos a hacer algo grande.
-¿Qué le hizo creer? ¿Solo la gente?
-Sí. Son sensaciones... Yendo para el campo es cuando se ve que hay un partido de los grandes. Del hotel a Riazor, ves la playa, el mar, la gente y sabes que ese día más que nunca vas a sentir el aliento de la gente. Ese día, solos no lo hubiéramos conseguido.
-¿Qué imagen tiene en la retina?
-La del descanso. Todos corriendo para el vestuario, como si quisiéramos que aquello no terminara, como si deseáramos que ya comenzara la segunda parte. Luego, en el vestuario, había gran alboroto. Todos estábamos gritando. Cuando suceden cosas de este estilo [el Dépor iba ganando 3-0], la euforia que hay por dentro es muy grande. Muchas veces, por muchas molestias o cansancio que tengas, ese estado no te permite relajarte.
-¿Tras esa histórica victoria llegó a verse campeón de Europa?
-Aquel equipo no miraba muy lejos. Irureta era como Simeone, de ir partido a partido. Y si veía que la euforia se elevaba, trataba rápido de bajarla. Siempre nos ponía los pies en el suelo.
-Pero en su interior no se veía, al menos en la final?
-Yo era consciente de que éramos un equipo muy peligroso para cualquier otro. En Europa habíamos demostrado muchísimas cosas en años anteriores. Éramos un conjunto peligrosísimo. No era casualidad que hubiéramos realizado grandes encuentros no solo en casa sino también a domicilio frente a rivales de la talla de la Juve, Bayern, Arsenal, Milan, Chelsea... Había una plantilla muy buena. Y amplia. Nos conocíamos desde hace años. Estábamos compenetrados. De vez en cuando hacíamos partidos espectaculares y pues si habíamos ganado la Copa del Centenariazo y eliminado al Milan tras remontar un 4-1 adverso, pensaba que por qué no podíamos seguir adelante hasta la final. Pero tampoco soñaba. Sabía que era complicado.
-¿Qué valor tiene para usted haber logrado su último gol como profesional en este partido?
-Es algo anecdótico pero que al final pues hasta resulta gratificante que tu último gol hubiera servido para firmar una hazaña que realmente está al alcance de muy pocos.