La fuerza de un equipo de fútbol nace en la defensa, afirmación que no goza del visto bueno de la mayoría de los aficionados, quienes exigen ver a su equipo jugar al ataque, sin analizar el momento. En varias ocasiones escuché hablar del tema a entrenadores profesionales, dejándome claro que la valía de un equipo empieza midiéndose por su firmeza atrás. Pueden los delanteros hacer florituras con el balón, pero cuando lo pierden salta el temor porque hay menos gente para defender. Salir al campo con la misión de «que no nos marquen» no es válida. Las defensas a ultranza, a la larga, resultan mortales.
Hablando de este tema, recordamos al Valencia que hace años ganó campeonatos gracias a la eficacia y fortaleza de un trío defensivo formado por Eizaguirre, Álvaro y Juan Ramón, o aquel Deportivo de Acuña, Víctor y Pedrit,o quienes con solo un gol por partido ganó al Oviedo en Riazor y, seguidamente, eliminaron de la Copa a la Leonesa, repitiendo el favorable 1-0 frente al Racing ferrolano en un desempate.
El aficionado pide jugar al ataque, sin valorar los pros y contras que tiene su equipo. Si no ataca se deberá a que su entrenador no quiere debilitar su defensa. El Madrid es una máquina de hacer goles, sin embargo se siente más tranquilo cuando está Ramos en la línea defensiva.