Al Deportivo le rodó el balón de forma más favorable de lo que yo suponía. Y es que desde siempre, mis ánimos estuvieron dispuestos a comprender las dificultades con las que lucha todo equipo cuando juega fuera de casa.
El empuje del público hace crecer a los equipos superando en ocasiones pronósticos adversos. Fue lo que hizo venirse arriba al Deportivo y terminar ganando (1-0) al Athletic bilbaíno. Pero anoche, el partido fue en Valencia y el rival, otro equipo que está con el agua al cuello, decidido a no alejarse de la costa porque espera encontrar un salvavidas. Esta es una reflexión formulada antes de que termine ese partido que el Deportivo pensaba aprovechar para ofrecer a sus seguidores un fin de semana tranquilo. Y es verdad que lo tuvo porque en este encuentro soporífero para un aficionado neutral, el conjunto coruñés gozó de las mejores ocasiones para romper el 0-0 inicial. Si decimos que fueron cuatro, igual que elevarlas a cinco, nos quedaríamos siempre cortos.
La moral del Alcoyano
La expedición coruñesa emprendió este viaje a Valencia confesando una gran moral, como aquella del Alcoyano en los años 40. Estoy escribiendo al mismo tiempo que rueda el balón en el campo Ciudad de Valencia, adonde el Deportivo viajó confiado en puntuar. A la vista de como discurrió el primer tiempo, y las oportunidades del segundo, hay que aceptar el empate (0-0) como bueno.
Un punto fuera de casa siempre satisface, y más cuando se suma restándoselo a otro competidor por los mismos puestos. El juego de uno y otro equipo fue tan débil y elemental que ninguno pudo subir la cuesta de enero recién comenzada.