Es habitual el ruego que los directivos de los clubes hacen llegar a los medios de comunicación en partidos tan esperados como este de mañana en Riazor, pidiendo que se les ambiente bien el espectáculo, animando a los aficionados a asistir al encuentro. Es una petición razonable que suele ser atendida con agrado, algo que puede comprenderse fácilmente a poco que se observe la habilidad del informador para no decir blanco, ni tampoco negro, cuando toca emitir juicios de valor que calan en el ánimo de los seguidores de uno y otro bando. Y hablando de seguidores normales y no de esos ultras que surgieron en el fútbol a lo largo de los últimos años, hay que agradecerles su colaboración, no ya por su presencia, sino por ese ambiente de alegría que suele respirarse en lo recintos deportivos antes de que los equipos salten al campo.
Algo de esto, diría que mucho, se palpa en el ambiente del Deportivo-Celta de mañana. Si todos los partidos de la máxima rivalidad encandilan el sentimiento de los seguidores, qué vamos a decir de este que tendrá Riazor como escenario igual que sucedería de ser Balaídos, a cuyos recintos llegan todos muy ilusionados y luego, a la salida, los rostros denuncian claramente a los que ganaron o perdieron.
Pulsando los preliminares del encuentro, y por las informaciones que llegan de uno y otro bando, no aparecen coincidencias en los análisis de unos y otros. Ninguno nabla de perder. Cada cual confía en sus fuerzas para dar la batalla en el terreno intentando controlar el juego con más autoridad que su adversario. Ahí estará el secreto.