Es pronto para hablar del partido de Almería, en donde el Deportivo puede empatar, también ganar pero no debe regresar sin algún punto, a pesar de que en el aire revolotea el temor a una posible derrota que resultaría muy grave. Las derrotas dejan una estela de disculpas que nunca son suficientes para rebajar el mal humor que siente el seguidor del equipo vencido. Puede comprobarse jornada tras jornada en las que nunca faltan quienes no aceptan la derrota y niegan haber jugado por debajo del nivel del adversario, cuando esa disculpa no se ajusta a la realidad. En el fútbol también ?las disculpas son malas consejeras?, expresión que puede aplicarse a los futbolistas cuando no aciertan a superar al rival en el mano a mano. Esto no lo reconocen los protagonistas quienes, de vuelta en los vestuarios, achacan culpas a la «mala suerte» o la actuación del árbitro.
Las derrotas siempre duelen, pero unas más que otras, porque haber hailas y algunas dejan sin respiración al que las sufre. Anteanoche se repitió en Vallejo uno de estos casos, en el Levante-Granada: con el marcador 0-1, y el partido a 3 minutos del final, la tensión era tremenda por la importancia de los puntos. En el minuto 87, un deficiente despeje del portero granadino valió a los valencianos para el empate que todavía tuvieron tiempo para alcanzar el 2-1 a su favor. Unos planos ofrecieron la imagen de Abel Resino, entrenador granadino, que parecía quedarse sin aire para respirar por el inesperado mazazo. Son estas derrotas en las que no queda otra más que lamentarse sin tapar con disculpas que ya no se creen por tantas veces escuchadas.