Como la realidad futbolística en el ambiente coruñés no permite respirar con optimismo, y el pesimismo es algo que debemos desterrar porque no conduce a nada nuevo, opté por dedicar el Punto de Mira a un joven seguidor del Deportivo que hace unos días planteó la interrogante: «¿Hilario fue tan bueno como se afirma en más de uno de sus comentarios?», y no terminan ahí las dudas del desconocido lector al que le sorprende que «sin verlo jugar -dice él- nos hable tanto de él». Entiendo las dudas del aficionado, interesado en saber algo más de Hilario Marrero, un canario de Las Palmas donde nació en 1905. Muy joven viene al Deportivo fichándolo el Madrid, en 1933. Hilario es decisivo en aquel equipo merengue que entonces jugaba en Chamartín, el mismo campo que en 1947 fue construido de nuevo y hoy es el Bernabéu. Hilario había sido un jugador decisivo para que el Madrid se hubiese proclamado campeón de Copa en 1934, ganando 2-1 al Valencia. Hilario, cuando el equipo regresó a la capital, fue paseado a hombros por los seguidores quienes regalaron, tras una suscripción, un solar en la Gran Vía madrileña, como muestra de agradecimiento. En 1940, Hilario vuelve al Deportivo, ahora como jugador y entrenador. Lo recuerdo en el viejo Riazor en un partido que ganó el Deportivo por 9-0. En la temporada 1944-45 el Racing fichó a Hilario como entrenador y el equipo ferrolano ascendió a Segunda, adonde había descendido el Deportivo que llamó de nuevo a Hilario y el canario conseguiría ascender a los coruñeses de inmediato.
A principios de los 60, de nuevo en el Deportivo Hilario conoce a Amancio, al que pronostica una brillante carrera futbolística. El inolvidable futbolista canario terminó regresando a su tierra y no salía del hotel cuando estaba allí el Deportivo pendiente de jugar un partido. Este fue, dicho a grandes rasgos, el excepcional futbolista Hilario Marrero.
Recuerdo a Hilario en el viejo Riazor en un partido que ganó el Deportivo por 9-0