Tarde de comunión en Riazor

Xurxo Fernández Fernández
X. Fernández A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

La hinchada jaleó constantemente al equipo, antes, durante y tras el partido

18 may 2015 . Actualizado a las 10:36 h.

El prometido advenimiento del Granada de Pina, resucitado con toda la pompa que se atrevió a pregonar su presidente, convirtió en gesta menor la victoria (por fin) del Deportivo. Un imprescindible finiquito para esa losa de catorce partidos sin triunfo que ahora obliga al milagro en el Camp Nou. Así que más allá de los tres puntos, que ayudan pero no salvan, la gran noticia que dejó la tarde de domingo fue la comunión del equipo y la grada. Enlace que propulsó a los de blanco y azul, y que arrancó mucho antes del comienzo de la cita con el Levante.

Aún faltaban unos minutos para las seis y media cuando los chicos de Alcaraz abandonaron el vestuario y doblaron a la izquierda. Casi al mismo tiempo, Lux y Fabricio saltaron a calentar en compañía de Manu Sotelo. Porteros y preparador enfilaron hacia la portería de General. Unos y otros recibieron un anticipo del ambiente que acompañaría los 90 minutos del trascendental duelo por la permanencia. No eran todavía cinco mil los aficionados que poblaban las gradas de Riazor, pero a los futbolistas de Alcaraz les quedó claro que entraban en zona hostil, mientras los arqueros blanquiazules sentían el aliento de la enfervorecida hinchada.

En el instante en el que el resto de los muchachos de Víctor asomaron por el túnel, se multiplicaron los aplausos para no cesar durante toda la vuelta al ruedo que sirvió al plantel para estirar piernas y ensanchar ánimos.

Volvió a escucharse lo de que «el Dépor es de Primera»; ese grito que había sonado ya cuando el equipo bajaba del autobús, con Manuel Pablo, Laure y Lucas cerrando filas ante varios cientos de seguidores que se apiñaban contra las vallas de seguridad.

El capitán tuvo doble ración de apoyo cuando se retiró lesionado y compungido al principio del encuentro. Entonces la grada, oportunamente enardecida con el vídeo del gol al Athletic, tronó «Manolo, Manolo». Y prosiguió recordando que «esta hinchada nunca se rinde» para estallar definitivamente con el tanto de Lopo. Un gol que desató el unánime «sí se puede», coreado en cada rincón del estadio.

Los resultados de terceros tuvieron más incidencia tras el partido que durante el mismo, porque mientras rodó la bola todo el mundo pasó por alto lo que sucedía en Getafe y San Sebastián. La comunión culminó en ovación cerrada, con el plantel agradeciendo tan fenomenal entrega.