Lucas no es un crac. No es una figura de la Liga de las Estrellas, ni entra en los planes de Del Bosque. Su técnica tampoco es de alta escuela, precisamente. No es un goleador nato. Ni un artista del regate. Por ello, muchos podrían cometer el error de considerarle un futbolista de medio pelo, una suerte de entusiasta que corre sin parar los noventa minutos, pero sin jerarquía ni peso en los partidos. Pero si algo no es Lucas es un mediocre.
Lucas es el segundo máximo rematador de la Liga. No es de esos que necesita una sola ocasión para marcar. Por eso insiste. Una y otra vez. Incansable, Lucas siempre va a la guerra. Hasta que se cobra la pieza. Donde no llega con la calidad, lo hace con la insistencia, haciendo de la constancia un arte.
En Vallecas mostró todo su repertorio. Fue una pesadilla en la salida del balón del Rayo, chutó siete de las catorce veces que lo hizo el Dépor, se desmarcó sin desmayo y se ofreció siempre. Habló con el árbitro, con los rivales y no dejó de dar consignas a sus compañeros. Siempre dio la cara.
No es muy fácil de clasificar Lucas dentro de la fauna futbolística, pero es uno de esos jugadores que necesita tanto un equipo como un club. Tras hacerse oficial su esperado fichaje, el Deportivo organizó un acto en su tienda de Marineda. Aquello desbordó todas las previsiones. Una multitud se dio cita para hacerse con la camiseta del siete y mostrarle su admiración. Lucas Pérez se ha convertido en la extensión del deportivismo sobre el terreno de juego, porque a pesar de que en ocasiones peque un tanto de tribunero, lo cierto es que el cariño que siente por los colores de su equipo es tan auténtico que a la afición blanquiazul le resulta difícil no creerle, y no quererle.
Esta temporada parece que será la del delantero coruñés. El año pasado marcó seis goles y apenas jugó la mitad de los partidos. Este ya lleva dos y es indiscutible. Si las lesiones lo respetan será un baluarte para Víctor Sánchez del Amo, que aprecia como nadie lo que Lucas le da.
Nos queda casi toda la temporada. Veremos a Lucas fallar muchos controles, errar en el disparo, perderse en discusiones con los árbitros y los rivales y hasta con los compañeros. Pero insistirá, no se rendirá cuando las cosas vayan mal y probará una y otra vez. Sabe que lo que no da el talento, lo ofrece el trabajo. Y el amor a los colores.