El fútbol es un deporte de símbolos. Cada club tiene sus colores, su himno, su escudo, su estadio, sus ídolos... Son los pilares de unos lazos indestructibles con los aficionados y la fuente de energía que mantiene viva una identidad a lo largo de decenas de años. Así vemos a hombres hechos y derechos que lloran en los estadios cuando la hinchada canta sus rutinas, que no se deshacen de sus camisetas aunque estén hechas jirones y que pierden los papeles en defensa de su escudo, tengan o no tengan razón.
Pero nada contribuye más a crear una identidad que los ídolos de la propia casa. Vienen a ser la prolongación del hincha en el terreno de juego. Chavales que siente los colores como uno mismo, pero que además meten goles, cortan balones y llegan a donde no llega el aficionado que sufre y disfruta desde la grada.
Por eso el Dépor vive un momento dulce, con una afición siempre fiel, pero hoy en día especialmente identificada con los suyos y con tres coruñeses como baluartes del proyecto. Lucas Pérez, carismático y matador; Mosquera, fiable y jugón; y Alex Bergantiños, el chico para todo del que sabes que es capaz de rendir por encima de sus posibilidades en cuanto se pone la camiseta del Dépor. Son tres referentes extraordinarios a los que no queda más remedio que adorar desde cualquier localidad del estadio de Riazor.
Pero en un fútbol tan profesionalizado no siempre es posible encontrar gente de la casa capaz de compatibilizar el sentimiento con el rendimiento. En Primera División no se regalan minutos por amar a los colores. Lucas ha irrumpido con una fuerza extraordinaria en la élite. Llama a la puerta de la selección con una mezcla de valores difíciles de hallar. Su zurda es magnífica, es rápido, tan listo como inteligente y poseedor de una fe inquebrantable que le está llevando a un nivel que jamás nadie pensó para él.
Pedro Mosquera ha subido un peldaño el juego del Dépor. Toca en corto, en largo, roba balones, ayuda a la defensa y ve el juego como pocos peloteros en España. ¿Y Alex Bergantiños? No tiene un buen pase en largo, tampoco en corto, su visión del juego es limitada, no destaca por su disparo ni por su poderío aéreo, pero siempre encuentra la forma de ser útil. Y cuanto más lo necesita el Dépor, más crece Alex en el juego.
Son los tres mosqueteros coruñeses. Tres ídolos que hay que cuidar porque ellos son los primeros que respetan los símbolos.