Cuando Diego Tristán envió a las mallas del Bernabéu el 0-2 del Centenariazo, 25.000 hinchas deportivistas corearon el «Cumpleaños feliz» más maravilloso que probablemente se haya cantado vez alguna.
Todos esos seguidores habrán pasado en sus vidas por momentos más trascendentales e importantes, pero ni uno solo de ellos negará que aquel instante es uno de los más mágicos y felices de sus existencias. Lo mismo que cuando Riazor, aquel 19 de mayo del 2000, cantó entusiasmada el «campeones, campeones...».
Es lo que tiene el fútbol. Y es lo que tiene el Dépor, que sin duda es el factor que más influye en el estado de ánimo de una ciudad y de un colectivo orgulloso de su pertenencia, pero que vibra, llora, ríe y maldice al ritmo que le marca el equipo de su vida.
Todo club tiene su afición, pero son muy pocos los casos en los que se produce una simbiosis total entre el equipo y la ciudad, en la que los colores del club corren por las venas y arterias de cada seguidor, condicionando su agenda y sus estado de ánimo. El Deportivo es uno de esos pocos clubes que late en el corazón de todos sus seguidores, que es capaz de estremecer un estadio entero con un gol y de iluminar u oscurecer una ciudad en función de los caprichos del balón.
Ayer, en el Museo Santiago Rey Fernández-Latorre de La Voz de Galicia se pudo comprobar el enorme lazo afectivo que existe entre el Dépor y su afición. Hubo lugar para mostrar admiración a los futbolistas del actual equipo y también para la nostalgia, con numerosos seguidores que a pesar del paso de los años agradecieron a Fran su presencia, igual que la de Donato, Manjarín, Vicente Celeiro, Arsenio Iglesias y el gran Jabo Irureta, por poner varios ejemplos. La gente ama al Dépor con la naturalidad de quien ama a los suyos. Y esto es el mayor activo con el que cuenta el Real Club Deportivo de La Coruña.
Por eso está destinado a cotas mayores que las actuales y quizá por ello el propio presidente Tino Fernández hablaba recientemente de que el club será rico en un futuro no demasiado lejano. Hablaba de dinero, lógicamente, porque hay aspectos en los que el Dépor es multimillonario.
Y lo puede atestiguar cualquier periodista que se haya dedicado profesionalmente a contar las vicisitudes del Deportivo. Especialmente los de este periódico, que aún habiendo vivido momentos delicados por glosar la realidad de cuanto acontece en este maravilloso club, siempre se han sentido gratificados porque al final la grandeza se impone a la pobreza de espíritu. Y en A Coruña, en el Dépor, hay mucha, pero que mucha grandeza.