Francis Uzoho: «A veces extraño jugar en punta»

TORRE DE MARATHÓN

EDUARDO PEREZ

Tercera opción bajo palos para Mel, que con él ve la posición de portero asegurada en el futuro

30 ago 2017 . Actualizado a las 20:26 h.

Francis Uzoho nació en Nigeria hace 18 años. Mide 1,96 y lleva nueve meses de blanquiazul. Empezó en el Juvenil, pero ya milita en el Fabril y Mel lo considera tercer portero de su equipo. Él es feliz con su rápida progresión. Y está enamorado. Del Dépor.

-¿Cómo empezó su carrera?

-A jugar al fútbol empecé muy pequeño, en la calle, con mis amigos. Hasta los 13 años no me lo tomé en serio. Jugaba con una pequeña academia y éramos bastante buenos. A los 14 me captó un agente de Aspire y me seleccionaron dentro de un grupo de 50 para hacer una prueba en Catar. Al principio jugaba de delantero, pero a los 12 años el entrenador que tenía me dijo: «Eres muy alto y no muy rápido, así que quizá sea mejor que pruebes de portero». Por suerte aprendí rápido, en dos años ya me habían reclutado para la academia. Y haber jugado de delantero hace que ahora me maneje mejor con el pie. A veces extraño jugar en punta.

-Pasó cuatro años en la academia. Un cambio enorme.

-Fue increíble. Catar era completamente opuesto al lugar de donde venía. Al principio echaba de menos a mis padres, pero en África eso no nos lo podemos permitir porque eso complica la adaptación. Tenemos que crecer rápido. Tras los primeros seis meses, era algo superado. Ellos vinieron a visitarme a Senegal un par de semanas y ya.

-Crecen rápido también físicamente. Usted, como otros, ha despertado dudas por su edad.

-Con eso tenemos que vivir. Hacen bromas con el tema, y al principio me afectaba, pero practico un deporte en el que tienes que ser mentalmente fuerte, así que ahora solo me río. Sí, soy alto y fuerte; en el vestuario del Dépor, cuando llegué, también me fastidiaban con lo de la edad, pero ahora ya no, está superado.

-¿Qué le trajo hasta el Dépor?

-Vine a España para hacer unos campus de entrenamiento con Aspire y al terminar un torneo en Barcelona mi agente me dijo: «Hay un equipo importante que quiere ficharte». No me dijo el nombre y dos meses después fue cuando me desveló qué club me quería: el Deportivo. Inmediatamente recordé mis días jugando a la Play Station One en Nigeria; así conocí al Dépor. Era un equipo importante en ese juego. Me llevé una alegría enorme. ¡Un club con una historia tan importante! Me hizo tan feliz.

-Y se vino. ¿Cómo lo vivió?

-Fue increíble, increíble. Hice el camino desde el aeropuerto a la residencia mirando por la ventana y alucinando. Había visto en Internet que era una ciudad pequeña, pero esto no era para nada lo que esperaba. A Coruña es una ciudad tan bonita, tan increíble. Y luego el primer día empecé a entrenar con el juvenil, recuerdo que era por la noche y que al terminar me dijeron que al día siguiente entrenaría con el primer equipo. Simplemente no me lo creía. Me dije, «oh Dios mío». Me parecía imposible. De repente estaba trabajando con Poroto, con Tyton, con Rubén. Gente a la que había visto por la tele. Y no solo los estaba viendo delante, sino que estaba entrenando con ellos. Ese momento... No puedo decir lo que sentí en ese momento. Estaba tan nervioso. Entrenando con la gente grande. A partir de la segunda semana empecé a disfrutarlo más, y ahora ya me siento parte del equipo. Ya no tengo miedo. Manu Sotelo y David, el entrenador de porteros del Fabril, me hacen sentir en casa. Estoy tan contento.

-Pero no juega. ¿Qué tal lo lleva?

-Claro que es importante jugar para desarrollar mis habilidades y ganar confianza, pero en Nigeria, cuando empecé, era la tercera opción de mi equipo. Al año siguiente ya era la primera opción. Y en la selección, en el Mundial sub17, no salí del banquillo. Solo sé que tengo que seguir trabajando al máximo hasta que la oportunidad llegue.

-A Mel parece que se lo ha ganado. Habló maravillas de usted.

-Me enteré por los compañeros de la residencia. Fue otro momento bonito para mí. Que el entrenador del primer equipo diga algo así significa que se reconoce el trabajo que haces y eso solo te estimula a esforzarte aún más.

-¿Cuál es su objetivo profesional? ¿Dónde se ve en unos años?

-Me encantaría pasar mucho tiempo en el Deportivo. Estoy enamorado del Dépor. Antes de venir, yo era del Manchester United y del Real Madrid, pero el primer día que fui a Riazor, a ver un partido contra el Villarreal, y escuché a la grada, y sentí lo que se siente en ese estadio... Fue un flechazo. Esa era mi familia. Y el sentimiento solo ha ido creciendo. ¿Dónde me veo en un par de años? Peleando por un puesto en la portería del Dépor. Quizá ahora aún no esté listo, pero así me veo en dos años.

-¿Qué debe mejorar mientras?

-Creo que en lo que más tengo que mejorar es en algo que heredé del balonmano. Un gesto que hago a una distancia inapropiada. Es lo mismo que hace De Gea en el mano a mano, pero yo aún lo hago cuando el rival está demasiado lejos.

-¿Y en qué cree que destaca?

-El juego con el pie y mi reacción ante disparos lejanos. Esos son mis fuertes.

-Por arriba, su envergadura tampoco le vendrá mal.

-Eso es lo que piensa todo el mundo. Me ven alto y piensan que tengo que ir muy bien por arriba, pero aún debo mejorar en eso. Bueno, con 18 años todavía tengo que mejorar mucho en todo. En todo.

«Mi padre me golpeaba por jugar al fútbol, y al día siguiente yo volvía a irme a jugar»

Francis aspira a volver a jugar con su selección, con la que ganó un Mundial sub17, pero su prioridad, hoy, «es el Deportivo».

-¿Fue difícil llegar hasta aquí?

-Bastante. Al principio en mi casa me hicieron casi imposible ser futbolista. Llegué a pensar que nunca lo conseguiría. En mi familia siempre se priorizaron los estudios. Cuando regresaba de jugar al fútbol, mi padre me golpeaba; era duro, pero al día siguiente volvía a escaparme a jugar. Creo que eso también me ayudó de algún modo, me hizo crecer en mi determinación. Creo que nací para ser deportista. Antes de jugar al fútbol fui portero de balonmano y competía a nivel nacional. Eso sí le gustaba a mi padre, porque estaba unido a la escuela. El fútbol significaba calle y él lo relacionaba con malas compañías, con fumar, con cosas por el estilo. Vivíamos en un barrio difícil, y sí, había mucho de eso, pero yo logré evitarlo. Así hasta que participé en un gran torneo organizado por Coca Cola y regresé con algo de dinero. Ahí empezó a aceptar que podía ser una forma de ganarme la vida. Para mí el fútbol es también eso, una forma de ayudar a mi familia.

-El balonmano le daría reflejos

-Sí. Saqué un poco de cada deporte. Incluso jugué unos meses al baloncesto y también me aportó cosas. Cuando mi entrenador de baloncesto supo que estaba jugando al fútbol se pensó que era broma. En realidad, mucha gente pensaba que era una broma hasta que me llamó la selección para el Mundial sub17. Ese campeonato se vio en todo el país, y bueno, ya no se rieron más de mí.

-Ganaron aquel Mundial, pero a las selecciones absolutas africanas les cuesta dar el salto. ¿Por qué cree que sucede eso?

-¿Qué pienso? Pienso que perdemos el hambre. Al principio, cuando eres muy joven, necesitas demostrar que vales; demostrárselo a los ojeadores que van a estar en la fase final de un torneo, por ejemplo. Demostrar que puedes salir de tu país para jugar al fútbol. Tienes hambre. Necesidad. Te vacías y lo das todo. Luego te fichan y ya está, ya llegaste, no estás más en Nigeria jugando por sobrevivir, por una oportunidad. Ahora juegas por otros motivos, te relajas, y si no llegas lejos con tu selección ya no es tanto lo que pierdes. Así lo veo yo.