Coloquialmente, podemos decir que la pubalgia es el dolor de cabeza del deportista profesional y, por extensión, de su médico. Hace años, se creía que la causa era la discrepancia entre la fuerza de los músculos del recto anterior del abdomen, respecto a los adductores. Pero, en realidad, no es así, sino que son muchos los factores que confluyen en una pubalgia. El gran problema a la hora de tratarla es que, muchas veces, lo que da la cara no es germen de la lesión. Por ejemplo, puede provocar dolor en los adductores, o en la ingle, pero no dejan de ser un síntoma más, no el foco del problema. Por esta localización de las molestias inguinales, lo moderno, ahora, es llamarle groin pain (dolor en la ingle). También se le conoce como sport hernia (hernia de los deportistas).
Lo fundamental cuando uno diagnostica ese dolor en la ingle es hallar cuál es su causa. Generalmente está motivada por problemas biomecánicos: una pierna más larga que la otra, la pelvis no está bien balanceada, una pierna más fuerte que la otra, según sean zurdos o diestros dominantes, o un defecto o debilidad en la pared abdominal. Lo habitual es no operar de inicio. Es más, hoy en día la mayoría de los casos se acaban curando sin necesidad de quirófano, porque los médicos hemos aprendido a diagnosticar la pubalgia y los fisios, preparadores físicos y readaptadores han aprendido a prevenirla y tratarla. De hecho, es una práctica habitual en los clubes profesionales el trabajo preventivo de la pubalgia.
A la hora de pasar por el quirófano, hay que decir que la mayoría de las operaciones son motivadas por una pared abdominal débil. Y una vez que se adopta esta decisión, existe la posibilidad de insertar una malla de refuerzo o no, que acorta mucho los plazos de recuperación, pero en ocasiones genera cierta incomodidad al deportista.
Luisa Ibáñez es especialista en traumatología deportiva y ex-jefa de los servicios médicos del Lugo.