En estas jornadas de zozobra, mucha tinta se ha vertido sobre la plantilla deportivista. Que si se llevan mal, que si entrenan peor, que si viven muy cómodos, que si encima piden primas... Pero quizá su mayor problema sea la indefinición. ¿Qué tipo de jugadores contiene? Al arranque del campeonato se sucedían los cuentos de la lechera por un equipo capaz de acabar décimo, decían. Sobrepasado el ecuador liguero, su puntuación lo sitúa entre los tres peores. ¿Dónde están los arquitectos?
Quizá el problema esté en solución. Dos aspectos llamaron la atención del fichaje de Bóveda. En las primeras declaraciones apeló a su conocimiento del Dépor, pero no del Superdépor de Arsenio, ni el de la remontada al Milan y las semifinales de la Champions. No. El nuevo defensa blanquiazul habló de cuando militaba en el Eibar, y este y el Dépor comandaban la clasificación para subir a Primera. También se refirió a la temporada siguiente, con ambos otra vez como rivales directos, esta vez por la permanencia. Recordó que en la tabla final empataron a puntos, con el Eibar finalmente decimoctavo, aunque luego el Elche descendió por razones administrativas.
Su otra bofetada a la realidad deportivista llegó el sábado durante su debut en el estadio. El vasco se estrenó de central zurdo, una posición distinta a las que llegó a probar en el Athletic, donde era el tercer lateral derecho y ocasional central diestro. Y se empleó como lo que es: un correcto defensa, siempre concentrado y que cumplió su labor sin alardes. Ni una acción brillante, ni un error grueso. Este es el equipo que hay que fundar. Solo cuando sus arquitectos se vistan de albañiles este Dépor tirará hacia arriba.