Para ganar tan solo al colista, el Deportivo necesitó todo el sufrimiento que acompaña a las grandes conquistas. No está para más este equipo. Pero ahora la buena noticia es que por lo menos el amor propio y los arreones de fútbol le rescataron de un partido en el que otra vez fue incapaz de controlar el juego en situaciones favorables. Lo tuvo todo a favor al inicio ?la visita de un equipo que lleva semanas de vacaciones, el penalti a favor, el abrigo de la afición que todavía acude a Riazor...? y lo desaprovechó. Y volvió a dejarse empatar después de que su segundo tanto premiase la fuerza con la que empujaba contra la grada que lleva hacia el mar.
El triunfo que abre una mínima esperanza de permanencia tiene sello coruñés. El de un incansable Mosquera para poner orden en un centro del campo que todavía se busca y el de Lucas, que más allá del gol entregó otro partido honrado, completo y lleno de matices.
Al Dépor le faltan tantas cosas que cuesta todavía ilusionarse con el milagro. Pero entre los detalles del Metropolitano y la dignidad con la que se agarró al triunfo de ayer ante el colista al menos mantiene un hilo de vida. Por algo se empieza.