La plantilla lleva a Tino Fernández a su primer fracaso

TORRE DE MARATHÓN

Ángel Manso

03 may 2018 . Actualizado a las 12:26 h.

Tino Fernández ya tiene su primer fracaso como presidente del Deportivo. Hasta ahora, después de llegar a una entidad en una situación límite, todo había ido encajando. Renegociación de la deuda, fin del cortijo de Lendoiro, profesionalización del club, mejoras en el estadio de Riazor... Al margen de la constante insatisfacción de un sector minoritario de la afición, apenas le faltaba dar un impulso al equipo que permitise al deportivismo ilusionarse con algo más que una agónica salvación a última hora y acertar con un entrenador que diese estabilidad y una identidad al grupo en el campo.

Hábil en el manejo de la crisis del Deportivo, Tino Fernández se ha estrellado cuando ya había puesto la casa en orden. Con el decimotercer tope salarial, la temporada ha resultado un continuo dolor de cabeza. Le salió mal hasta su empeño personal por el regreso de Lucas, considerado en agosto una apuesta segura. Los jugadores, prácticamente sin excepción, han perpetrado una temporada calamitosa. Durante los últimos años la plantilla se empeñó en proponerse una temporada tranquila, como parche a la angustia de cada final de liga. Y esa actitud tibia, la falta de una ambición que enganchase a la grada, terminó llevándose al equipo hacia el pozo, sin un líder de verdad en un vestuario descosido.

Las diferencias con Fernando Vidal y la marcha en pleno mercado de invierno de Richard Barral desencadenaron un vacío de poder insólito en un club moderno de primer nivel. La última plantilla de Barral, pese al gasto, necesitaba demasiados zurcidos. El presidente asumió entonces directamente la política de fichajes, sin ningún parapeto que lo protegiese. Y falló. Con las cuentas en orden, el descenso no pone hoy ya en peligro la supervivencia de un club que ha hecho muchas veces el camino de ida y vuelta a Segunda y ha sabido reinventarse. En principio con un año más de mandato por delante, inicia ahora Tino Fernández su segunda etapa con un bagaje que debe servirle para devolver la ilusión a una afición tan generosa como desencantada.