Obligado a dar un giro a su política de fichajes, ahora pelea para hacerse con objetivos compartidos como referente en Segunda
02 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Fernando Vázquez ya tenía al equipo mirando a Primera. Víctor Fernández llevaba años apartado del foco y Sánchez del Amo se bautizó en A Coruña. Garitano estaba en paro, igual que Pepe Mel, y para contar con Cristóbal solo hubo que ascenderlo desde el B. Seedorf, el último en esa larguísima lista de técnicos de reciente pasado blanquiazul, también encontró en el Dépor la oportunidad para subirse a la rueda de la profesión. Una política, la de pescar sin molestar, agotada con el regreso a Segunda, donde al club coruñés le va a tocar mandar. Experimentado el fracaso de competir solo por lo que nadie quiere, el club ha ampliado el mapa de objetivos hasta incluir aquellos que son también los de otros y a quienes están trabajando ya por cuenta ajena.
Empezó por Carmelo del Pozo, en quien el consejo adivinó un director deportivo capaz de dirigir a largo plazo la última versión del proyecto. El segoviano diseñaba el Levante bajo la lupa de Tito y el salto en el cargo fue clave para convencerle de bajar de nuevo a Segunda y firmar por tres temporadas. Tiempo para amortizar el desembolso que le permitió salir del Ciutat de Valencia. Alrededor de 150.000 euros pagó Del Pozo para romper con la entidad granota.
A su primer fichaje ya en blanquiazul no pagó en euros el cambio de camiseta, pero sí asumió el coste de abandonar un equipo de Primera donde era querido y deseado «el Betis le ofreció ampliar contrato» y rechazar al Rayo cuando los vallecanos tenían casi amarrado el ascenso.
El último ha sido Natxo González, reclutado de un conjunto en promoción al que aún le une otro curso de contrato. «Por el que quiero no nos tendremos que pelear con nadie», afirmó sin embargo Del Pozo hace días. Se lo lleva sin pegar un tiro; la misma fórmula que sirvió para el Levante servirá para el Zaragoza. El peso de la cabeza de ratón.