A los de Natxo les falló el ímpetu, pero igualaron en frialdad al equipo menos visceral de Segunda
25 feb 2019 . Actualizado a las 10:08 h.Los partidos señalados en rojo en el calendario de un entrenador pocas veces quedan registrados en la memoria del hincha. Riesgos contados. El miedo manda. «Hay que confiar más en nosotros y saber que somos buenos», reclamó a encuentro cerrado David Simón, recogiendo el sentir general sobre un duelo que entró enseguida en vía muerta. El empate a cero en La Rosaleda permite al Dépor cerrar sin derrota un tramo delicado en la campaña blanquiazul, previo a ese mes de marzo sin salir de casa que se avecina; pero apenas tuvo vidilla. Si acaso, la que quiso darle Dani Giménez. «Os he acojonado, eh», soltó el portero al pasar por zona mixta, apuntando con una sonrisa a esa suerte ya habitual en su repertorio consistente en aguantar hasta el último instante la pelota en el pie para salvar la embestida del rival con el infarto rondando la grada. Lo ensayó a un palmo de N’Diaye y trató de repetirlo frente a Bare, obligado por una comprometida cesión de Marí. Con el albanés encima, el meta se deshizo del cuero para dejarlo en pies de Blanco Leschuk. Acto seguido, prorrogó con una intervención soberbia la proverbial sequía del argentino.
Le tocó al portero buscarse la diversión por su cuenta. Espantar el muermo que provoca actuar como testigo en un choque de máximo rigor táctico. El Deportivo ganó a los puntos, por su condición de visitante y porque llegaba en precario a una cita que el Málaga llevó a su terreno, en el que nunca parece suceder nada hasta que sobreviene la victoria de los de Muñiz en extrañas circunstancias. No dejaron los visitantes que se diera ningún fenómeno raro, conscientes de que, como recordó luego Mosquera, «esta liga es muy larga y perdiendo pocos partidos y haciéndonos fuertes en casa, el punto es positivo».
Después de enseñarle a la prensa la calculadora que se maneja en el vestuario, el centrocampista reconoció haberse jugado el físico para permitir a Natxo plantar un doble pivote koruño en La Rosaleda. La mezcla con Bergantiños se sumó a la solidez de la zaga contrarrestando el músculo local para permitir a Expósito imaginar unos pasos por delante. El catalán, que pide una rápida expropiación en favor de cualquier barrio a este lado del Pasaje, volvió a flotar entre líneas, indescifrable, para surtir de balones en ventaja a un frente de ataque mellado.
Al Dépor le falló la puntería y el ímpetu, pero igualó en frialdad al equipo menos visceral de Segunda. El míster puede presumir de competitividad, por aburrida que esta virtud resulte, y cambiarle el color al 24-F de su almanaque.