La energía de Riazor marcó por completo el primer partido. A Coruña es una ciudad de fútbol y el ambiente del estadio estableció la diferencia a la hora de compromisos tan decisivos como el disputado el pasado miércoles. Este es un arma poderosísima para este Deportivo. Así, el equipo coruñés dispone de un plus sobre los demás equipos. Pero, ojo, no será muy distinto al ambiente que el Málaga va a disfrutar en La Rosaleda. En este sentido, tanto el Albacete como el Mallorca están un punto por debajo de este masivo nivel de implicación, pero sin perder la perspectiva: el ascenso a Primera siempre se gana en el campo.
En este momento, para el Dépor los dos goles de ventaja se convierten en una ventaja que muchos no esperaban, pero que el esfuerzo de los jugadores ha hecho posible. Ahora hay que saber jugar el encuentro de vuelta, que no va a tener nada que ver con el que los jugadores de Martí acaban de completar. Todo pasa por que salten al campo como si esos noventa minutos no hubieran existido. Solo hay un objetivo: ir a Málaga a ganar, olvidarse del 4-2 y convencerse de que si ganan o empatan, estarán en la final.
Espero un partido más táctico que el de la ida, pero todo va a depender del planteamiento del Málaga. Si se vuelve loco y sale a tumba abierta, a lo mejor le acaba costando la eliminatoria. Si templa los nervios y se da cuenta de que con un gol tiene a tiro al Dépor, todo será muy distinto. Pero esto tiene un peligro para los locales: si pasan los minutos con el 0-0, se pondrán nerviosos, tratarán de calentar el ambiente y buscar las cosquillas al Dépor para que falle... ahí puede ser la locura. En mi opinión, la preparación de partido que el Málaga haga va a marcar lo que suceda. En cambio, para el Dépor todo es más sencillo: no ha existido el partido de ida, sale con 0-0 y tiene que ganar. Si se pone por delante, genial, pero si empata, también estará perfecto. Esta será la mentalidad de sus futbolistas. ¿Quién sabe lo que va a pasar?