El técnico del Deportivo y del Rayo Vallecano fueron compañeros de vestuario en el equipo andaluz en 1989
29 ago 2019 . Actualizado a las 11:20 h.Dos tipos con carisma. Con carácter. Con una pasión y un pasado y presente común. Juan Antonio Anquela (Linares, Jaen, 1957) y Paco Jémez (Las Palmas, 1970) compartieron la intimidad del vestuario. Corría el año 1989 en la categoría de bronce del fútbol español.
Un casi adolescente canario pero con sangre flamenca aterrizaba en las filas del Córdoba con el propósito claro de convertirse en futbolista profesional comandando el eje de la zaga. En la punta de ataque, un veterano llegado tras una temporada goleadora en el Linares. «Cuando coincidí con Paquito era una chaval que empezaba, tenía 18 o 19 años y Anquela ya estaba por los 27», recuerda Miguel Ángel Portugal, otro de los veteranos de aquella plantilla.
Curtidos en mil batallas, los dos técnicos se deshacen en halagos mutuos cuando toca referirse al compañero. «Nunca he visto a nadie que tuviese tan claro que quisiese dedicarse al fútbol», dice Anquela del técnico del Rayo. «Es mi compañero. Mi amigo. Un tío espectacular», afirma Jémez.
«Era muy temperamental, pero en el campo se sabía controlar muy bien». Esta frase bien podría valer para referirse a cualquiera de los dos técnicos, pero son del entrenador con pasado blanquiazul al recordar todas las enseñanzas que le dio aquel delantero de raza llamado Juan Antonio Anquela. «Yo era muy joven y me veía cosas muy buenas pero también defectos y me decía: ‘Paco, tranquilo que eres muy bueno, pero esto así no’», recuerda el preparador del Rayo.
De la vespino al Ford Capri
El Jemez futbolista destacaba por su gran potencia física y por una melena rubia que no le dejaba pasar inadvertido. «De aquella no se llevaba lo de utilizar casco al ir en moto. Con ese pelo rubio que le cubría la espalda, verlo llegar a entrenar en su vespino y con esa melena era un espectáculo», recuerda Anquela. «Primero iba en moto, pero luego me cogía el coche. Yo tenía un Ford Capri que le gustaba mucho y a veces me lo pedía», apunta Miguel Ángel Portugal.
La buena conjunción entre veteranos y recién llegados no era lo común en aquella época. Sin embargo, la buena sintonía de aquel vestuario todavía sigue patente en la buena relación y la admiración mutua que se profesan. «Era un buen vestuario. Los dos eran muy agradables y muy profesionales», recuerda Juan Verdugo, entrenador de aquel Córdoba del 1989. «Me solía quedar con Paco a entrenar para que aprendiera a golpear bien el balón. Para que le diese con el interior», rememora Portugal y apunta que solo le pedía una cosa «no la pases a más de 20 metros».
Ajos en las porterías
Juan Antonio Anquela llegó al Córdoba después de una temporada en el Linares, también en Segunda B, en la que había marcado 21 goles. «Yo estaba casi para dejarlo ya, pero me llamó el Córdoba. Era una plantilla de gente muy joven», recuerda el técnico del Deportivo. Sin embargo el éxito de cara al gol no le acompañó, llegando a anotar cuatro goles en una temporada y cinco en la siguiente. «Llegué a decirle al entrenador que no estaba para jugar. Le dije: ‘Hay chavales mejores que yo, no me pongas. Yo ayudaré a los chavales a seguir transmitiendo los valores del club pero yo no estoy para jugar’. A mí no me salía nada», reconoce. «Llegó a poner ajos detrás de las porterías para ver si se le quitaba el maleficio de cara al gol», recuerda Portugal. Anquela lo confirma y lo justifica:«En Andalucía aquellas tradiciones se llevaban a rajatabla», se ríe.
No obstante, aquella plantilla siempre estaba para ayudarse entre sí. Si no era en el campo era fuera de él. Una charla mientras comían o merendaban nunca venía mal. Paco Jémez era hijo del cantaor Lucas de Écija y las quedadas en casa de los padres para comer las migas de su madre eran una cita habitual. «Estaban increíbles», recuerda Portugal. La casa de Anquela también fue un habitual escenario para sus reuniones, a las que también se unían Berges y Gonzalo, con quien Jémez compartió intercionalidad con la selección española. Anquela y Jémez se verán las caras el próximo domingo. Dos sabios del fútbol que se conocen a la perfección. Impulsivos. Y con un ingrediente en común: el amor por el fútbol.