El Deportivo es un desastre. Sobre esas cinco palabras existe un milagroso consenso. Este domingo consume diez jornadas en Segunda -que ahora algún charlatán quiere vender más endiablada que la Premier League- y no se sabe a qué juega el equipo, qué vio la dirección deportiva en algunos jugadores ni si en realidad esto tiene arreglo en los siguientes 32 partidos. En sus primeros cien días, Paco Zas vio, escuchó y actuó con prudencia. Aterrizó en un club amenazado por un entorno de oportunistas y pirómanos deseosos de que cuanto peor le fuese al equipo, mejor iban a calar sus interesadas ocurrencias. Pero la inercia de la etapa de Tino Fernández, con una plantilla que en verano era insostenible en lo económico y una estructura hipertrofiada en algunas áreas y con el poder absoluto para Carmelo del Pozo, está agotada. Por eso el actual presidente sabe que llegó el momento de asumir las responsabilidades con todas sus consecuencias. Detrás una imagen pública conciliadora y prudente, sus próximos conocen a un Paco Zas enérgico y ambicioso, que se desvela por los problemas de un club acorralado por las deudas a las que le condenó Lendoiro y por la herencia del Deportivo que transformó a su medida Tino Fernández. La actual crisis del equipo, grave para un momento de tantas estrecheces, pero relativa para una entidad centenaria sostenida por una afición inigualable, puede servir para que Zas comience a trazar su propio camino sin el más mínimo titubeo. Con actuaciones que dejen claro el cambio de rumbo. Temerario sería exigirle una revolución en sus primeras semanas en el cargo, pero ahora ya resultan necesarias decisiones que devuelvan la ilusión a una hinchada modélica y cansada de tanta mediocridad.