Hace ahora algo más de veinte años, en julio de 1999, realicé en Zaragoza el curso de Entrenador Nacional organizado por la Federación Española. Allí, entre un grupo de casi 40 personas, estaba Luis César, que todavía defendía como portero los colores del Racing de Ferrol. Luis destacaba entre todos nosotros. No puedo olvidarme del examen práctico de Táctica, donde dio una lección que dejó a todos, incluidos los profesores, admirados de sus conocimientos y fundamentalmente de la dirección del grupo. Tuvimos la suerte también de contar como profesor de Psicología a Santiago Coca, un sabio y gran persona que tuvo la capacidad de hacernos ver a todos la importancia de ese gran olvidado del rendimiento que es el entrenamiento psicológico. No sé si a Luis César le marcaron las enseñanzas de ese gran profesor, pero le escucho y le leo muy a menudo hablar de aspectos relacionados con el factor psicológico —ayer mismo en este mismo diario se refirió a la higiene emocional—, como claves para la mejora del rendimiento individual y colectivo; si es así, está delante de un grupo que necesita, además de todo el trabajo técnico-táctico, del entrenamiento de una serie de variables psicológicas para elevar su rendimiento.
A mis alumnos de la Facultad de Ciencias del Deporte desde el primer día les intento dejar claro que el psicólogo deportivo debe estar al servicio del entrenador, pero que debe ser este el que maneje, con habilidad de orfebre, todas las variables y habilidades para lograr el máximo rendimiento de cada jugador. Todos son diferentes y cada uno necesita que empleemos con él una técnica psicológica particular, para que así exprese su máximo rendimiento en el grupo.
Decía Jorge Sobral, catedrático de Psicología Social de la Universidad de Santiago, que el entrenador debe ser ese líder que convierta a su equipo en una secta, un bloque cohesionado, motivado, con niveles óptimos de activación y atención y con altísima autoconfianza. Creo que es esta la compleja labor que a Luis Cesar le queda por delante y que, si la directiva le concede su tiempo, puede hacer de forma magnífica. Quizá el equipo necesita cambios táctico-estratégicos, pero después de estas jornadas me inclino más a pensar que los jugadores precisan de ese apoyo emocional que los haga volver a creer en sus posibilidades.
Todos sabemos que uno de los grandes generadores y reforzador de confianza, de motivación, de la disminución del estrés, es el éxito; el empate del sábado en Santander, sumado a la buena imagen dada en la segunda parte, puede ser lo único que necesita el Dépor para iniciar su proceso de recuperación.
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