Todo está mal. Es más, todo está fatal. Lo que se ve en el césped tiene una pinta horrible. El Deportivo hace en sus partidos cumplir la estadística cuando esta juega en su contra y la rompe cuando los números le dan esperanzas en las previas de los duelos. La economía da miedo, de momento no hay dinero para fichajes ni para cambios de timón y de la clasificación mejor ni hablar. La cantera, lo de siempre. Como mejor funciona es como arma arrojadiza y argumento demagógico. En lo social, todavía peor. Vuelta a las pintadas. Guerrilla callejera que da vergüenza y que como mucho arreglará las cuentas del fabricante de aerosoles.
Lo dicho, todo está fatal. Y la realidad es que este Deportivo en la indigencia solo le tiene a usted. Y la decisión es solamente suya. El hastío, los horarios, el frío, los disgustos, el «no compensa». Todos son argumentos más que válidos para dejar su asiento vacío y nadie se lo reprochará.
Pero probablemente tenga el abono pagado. Puede hacerlo por no perder dinero si ya no recuerda cómo hace muy pocos meses el Deportivo jugaba —bastante mal en opinión de muchos— y Riazor remataba.
Todo está fatal, pero no le dé la excusa al Deportivo de decir que no estuvo ahí. Vaya a Riazor. Aplauda, anime. Sea esa pareja estúpida que sigue derritiéndose cuando ese amor, autor de mil traiciones, llama por teléfono. Déjese caer en los brazos de su equipo por mucho que es posible que no le sujete. Para gritar, insultar y silbar siempre hay tiempo. Para mantenerse en Segunda —digan lo que digan, ese es el objetivo— se acaba. Todos a Riazor.