Osasuna B, Sestao River, Tenerife, Granada y Espanyol eran los cinco equipos a los que había hecho gol Eneko Bóveda en su carrera. Si Sabin Merino llevaba tres años y pico sin ver portería, el lateral ya había cumplido los cinco. Aunque evidentemente no sea lo mismo.
Riazor sabe lo que le puede pedir a Bóveda y Bóveda se esfuerza en dar lo que se le pide. Por norma, si nadie habla de Eneko es que Eneko ha estado correcto. Un eufemismo común para evitar decir que ha estado bien, porque siempre se trata peor a los méritos de los pobres. En el fútbol y en la vida. Como si llegar al profesionalismo a base de trabajo fuese menos digno que hacerlo gracias al talento natural.
Bóveda marcó su sexto y por eso ayer fue de lo mejor del Dépor en los 90 minutos reglamentarios. Con el tiempo ya cumplido, amenazó con empeorarlo al sacarse de la nada otra bovedinha, esa ruleta que, como pasa con las estrellas fugaces, por inesperada y escasa, vuelve loca a la gente. Ayer sobró, pero con el pitido final todos se alegraron de haberla visto.
Pero donde el 24 blanquiazul es el MVP es ante los micrófonos. Comunica, sintetiza y es certero. Fútbol barroso pero verbo elegante. Elogió tras la victoria, su victoria, a todos los que llegaron para cambiar la situación, pero quiso no ser injusto con los que se fueron tras haberlo intentado. Y dio con la clave. Está disfrutando. Es lo que tiene ganar. Ganar o perder, todo el resto es conjetural.