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l escorpión. Ese ser con apariencia endeble, que usa su alta capacidad de sorpresa para hacer de la defensa su mejor ataque. Del defecto, la virtud. Un animal capaz de inyectar el veneno en su presa justo cuando más acorralado parece. En el momento exacto. Cuando lo necesita. Como el Deportivo de Fernando Vázquez. Un equipo que no necesita balón para ganar. Un conjunto que te mata, que te inyecta su veneno, cuando más agazapado y acorralado parece. El equipo con menor posesión de balón de Segunda, una media que ronda el 40 por ciento en la segunda vuelta, y el que más puntos ha sumado.
Contra el Girona, volvió a verse ese equipo estoico. Acomodado en el repliegue. En la trinchera. Aguerrido. Con el cuchillo entre los dientes. Capaz de vivir en su área sin sufrir. Cediendo todo el terreno al rival, para luego revolverse y marcar en las que tiene. El cholismo a la enésima potencia. Con Riazor lanzado a las barricadas, jaleando cada disputa como si fuera la última. Así ganó el Dépor los seis primeros partidos de Fernando Vázquez en el banquillo. Y rozó el séptimo. Porque al Girona le apareció la flor justo cuando el Deportivo ya veía cerca la zona de play off.
Esta vez el escorpión de Vázquez dejó a su presa viva. Escapó de milagro de una muerte que parecía segura. Porque con 2-0, llegando menos que su rival, pudo llegar el tercero, que fue anulado por fuera de juego. Solo un desconcertante final, en el que la actuación arbitral fue determinante, evitó otra gesta.
Toca pasar página y hacer balance de daños. Aguarda el Zaragoza. Otro equipo que querrá el balón. Tocará nuevamente defenderse. Y ahí Fernando volverá a sacar a relucir su escorpión.