La solidez, prioridad inalterable en este equipo, que compite con cualquiera, para bien y para mal
01 mar 2020 . Actualizado a las 19:45 h.El miedo apenas tiene adeptos. Girar la cabeza es un esfuerzo que pocos están dispuestos a hacer. Una decena, entre un estadio lleno. No eran más los que acudieron esta vez a la puerta de salida para esperar a los jugadores y al técnico que hace un mes invertían media hora en cubrir la distancia entre el estadio y el aparcamiento, a fuerza de firmar camisetas y dejarse fotografiar.
Ser de los que ganan sigue siendo terriblemente sencillo y el Dépor hiló siete victorias. Una carga difícil de llevar. Bastaron para hacer pensar a muchos de aquellos que sostenían a un colista desahuciado que quizá la mudanza de categoría pudiera ser a una superior. Los ocho puntos de distancia, con once rivales de por medio, hasta la zona de promoción devuelven al equipo a una realidad de la que solo su técnico pareció resistirse a salir.
Fernando Vázquez transitó por la racha buena advirtiendo de su final, mientras multitud de hinchas hambrientos y algunos de sus jugadores deslizaban los «y si...». El guion del míster no varió en la salud, ni frente al Lugo en la enfermedad. Olvidando la condición de adversario menor en la tabla que arrastraba el vecino, el técnico actuó como si estuviera en Soria y el oponente se hubiera quedado en inferioridad. Alcanzado el descanso en Los Pajaritos, advirtió a sus futbolistas que por mucho que el partido pudiera invitar al desmelene, él pensaba mantener el muro hasta el tramo final. De no haber mediado aquel tanto de Somma, el entrenador habría aguardado al último cuarto de hora para traducir en cambios su intención de buscar el gol.
En esta ocasión faltaban ocho minutos cuando mandó al césped a Beauvue, dando inicio a una serie de retoques que el propio entrenador desacreditó en sala de prensa, reconociendo su vacuidad. Nunca fue realmente a por el encuentro el Dépor, que tampoco lo perdió. Y ahí hay un botín, porque volvió a ser aquel que concluidos los duelos recogía a Dani Giménez sin estrenar. La solidez no es un mal principio sobre el que construir una permanencia. Si el nuevo conjunto blanquiazul es capaz de competir con cualquiera, también permite que lo tutee cualquier rival. No hay diferencia entre el Girona o el Lugo. Para bien y para mal.
Desmontar la línea de cinco y arriesgar es por ahora un plan de emergencia (para remontar frente al Racing, por ejemplo), tan improbable como el retorno de Nolaskoain a la medular. «Estamos jugando a lo que el míster quiere. A lo que todos queremos», recordaba el vasco en zona mixta. Por si alguien había olvidado de dónde venía el Deportivo y cómo logró salir de allí.