Nueve empleados del club continúan en la entidad 20 años después de la conquista del 2000
19 may 2020 . Actualizado a las 12:51 h.El 19 de mayo del año 2000, hace justo hoy 20 años, A Coruña vivió una historia de leyenda. Un humilde club de una pequeña ciudad del noroeste peninsular se convertía en David para ganar la última Liga del siglo XX.
Una plantilla formada por 25 futbolistas a las órdenes de un entrenador, Javier Irureta, lograba la hazaña. Un hito que hasta esa fecha solo otros ocho clubes habían alcanzado en 71 años de historia.
La ilusión de una ciudad hecha realidad. Una conquista que miles de deportivistas no habían podido disfrutar en vida, casi ni en sueños.
Detrás de aquellos héroes que pasaron a la historia, no solo del Deportivo sino de la Liga española, un grupo de apenas cincuenta siervos trabajaban cada día para que el elegido ejército de caballeros pudiera triunfar. Nueve de ellos no abandonaron el club desde entonces. Siguen, con mayor o menor salud, cumpliendo con su cometido en un entidad que se ha multiplicado con el paso de los años. Son los nueve supervivientes que disfrutaron del éxito fuera del 105x68, pero que también fueron campeones de Liga.
Ramón Barral (ayudante del doctor César Cobián), Juan Ángel Barros Botana, Barritos (delegado), José Ángel Franganillo (preparador físico), Juan Hermida (masajista), Juan Lagarda (jefe de seguridad), Suso Méndez (utillero), Javi Rego (utillero), José Manuel Rodríguez (taquillas) y Javier Suárez Brañas (taquillas) forman el grupo de trabajadores que permanecen en nómina del Deportivo. Los ocho últimos —el doctor Barral entró mas tarde— pueden presumir, además, de haber ganado los seis títulos oficiales de la historia del Deportivo.
El gol que no vio
Una historia de recuerdos que solo el paso del tiempo y el exceso de años cumplidos pueden hacer olvidar. La de un taquillero, Javier Suárez, que entró en el campo cuando ya había marcado Donato: «No había nada que vender, pero siempre tienes que quedarte allí por si surge algún problema. Estábamos José Manuel y yo. Cerramos a la hora, pero el gol fue tan pronto que solo pudimos oír el grito atronador del estadio. A partir de ahí, me fui a mi localidad, con la familia, y disfruté, porque creía que estaba hecho. El Espanyol no se jugaba nada y yo también soy bastante tranquilo».
De aquel día le queda el júbilo y un carné que se hizo días después con la inscripción de la fecha y el título del Dépor como campeón de Liga.
Dos camisetas para Donato
Recuerdo el que pudo tener pero no consiguió Javi Rego. El utillero fue el hombre que pintó la mítica camiseta de Donato con el lema «A. Orejuela, va por ti. Ánimo». De hecho, hizo dos, pero se quedó sin ninguna.
«En aquel momento no había máquina para serigrafiar, así que antes del partido me pidió si le podía pintar eso. Se me daba bien, así que cuando había algo especial siempre me lo decían a mí. E hice dos: una para la primera parte y otra para la segunda. Recuerdo que le dije: “Con el chollo que me está dando espero que al menos hagas por que se te vea”. Y mira si se vio que fue portada de todos los periódicos. Solo usó una y se la llevó él. Pero nunca supe qué pasó con la otra. Fue una pena», recuerda el utillero, a quien, como a Suso Méndez, el éxito le costó llevar el pelo quemado algún tiempo. Lo cuenta este último: «Nos teñimos de rubio como el resto del equipo. Pero como teníamos que recoger, entre una cosa y otra nos dio la hora de irnos al autobús y nos olvidamos de quitarnos el papel de aluminio, y así fuimos. Nos quemamos el pelo», explica entre risas.
Le costó más asimilar el éxito a José Ángel Franganillo. «Hasta que pasan uno o dos días no te das cuenta lo que has logrado. Ese día es todo muy raro: la calma chicha de la concentración previa a la tormenta que iba a ser el partido, la emoción de ver a la afición agolpada en el estadio esperando el bus, la tensión del partido y el júbilo al acabar. Pero realmente no eres consciente del hito hasta después».
Seguimiento desde el vestuario
Franganillo, que durante años fue dado a no aguantar hasta el final de los partidos, cree que aquel día sí lo consiguió. Aunque Rego discrepa: «¿Que íbamos a verlo? Cuando teníamos que estar arriba por razones de trabajo, sí; pero estábamos los dos al final en el vestuario. No aguantábamos de los nervios».
Al que no se le borra casi ni un detalle de aquel día es a Barritos. De hecho, ayer mismo lo recordó con Mauro Silva y con... «¡García-Aranda, el árbitro! [Se ríe]. Es muy buen tipo. Lo llamé para recordar aquel día. Yo era un chaval. Tenía 47. Fue uno de los momentos más bonitos de mi vida deportiva. Recuerdo que hacía poco había tenido un grave accidente y tuve que ir al estadio con gorra, porque tenía cicatrices. Y al acabar me fui corriendo a buscar al árbitro y me metí rápido en el vestuario porque allí volaba todo. Al línea hasta le quitaron la tela del banderín», se ríe como colofón a una historia que, como las grandes, tuvo el mejor final. Uno feliz.
Un menú para la historia
Tras el paseo en bus descapotable por la ciudad herculina y la visita obligada a Cuatro Caminos, la plantilla y los empleados del Deportivo se reunieron en el Playa Club para cenar. El menú, como no podía ser de otra manera, estuvo a la altura del éxito.
De entrantes, un surtido de ibéricos, empanada artesana de bacalao con pasas y croquetas de boletos y bogavante. Como platos principales, cigalas al vapor, percebes y merluza a la gallega. Y de postre, milhoja de crema y nata y helado de cava con sirope de fresas. Todo ello regado con rioja reserva del 95 Viña Pomal, Terras Gauda y Codorníu Reina María Cristina.