El fenomenal tanto de Sabin Merino ofreció a Fernando Vázquez la oportunidad de rectificar su inocuo planteamiento inicial y el técnico dio forma a un equipo con chispa, afinado cuando tomó la iniciativa
18 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Ahora que la publicidad ha invadido cada centímetro del traje de faena y es pecado dedicarle un gol a la chavala con un mensaje bajo la camiseta, la creatividad ha quedado reducida al tamaño de una espinillera. Es en la protección donde los futbolistas destapan su ingenio, lucen obras de amigos artistas, registran los nombres de mujer e hijos o rinden tributo al santo que toque. Una cabina de camión concentrada que cada cual decora a su antojo. Veinte centímetros customizados que salvan carreras y algún encuentro cuesta arriba.
Estaba el Dépor tratando de descifrar uno en chino, sin balón, fortaleza ni ideas y con penalti al limbo, cuando llovió una pelota en la esquina del área pequeña; a un palmo de Sabin Merino, pillado a contrapelo. El punta miraba al lado contrario a esa red esquiva, y encararla exigía dar un giro completo a su metro noventa. O echar a volar. Que fue lo que hizo. La acrobacia colocó su pie por encima de la cabeza de Carlos Hernández, y allá arriba impactó en cuero. Pero no con la bota, sino con la espinillera, otorgando al disparo forma de vaselina. Superó a Lunin, rompió una racha de seis horas y media y devolvió al Deportivo a la Liga.
La experiencia ha permitido a Fernando Vázquez identificar de inmediato las olas buenas y entender que no hay terceras oportunidades. Se subió a la segunda y en el entretiempo le soltó el corsé al equipo. La resaca se llevó por delante a Beauvue y Abdoulaye Ba, representantes de un conjunto atascado de punta a punta. Un flan defensivo, incapaz de ocultar errores en la montonera. Porque Mujaid no ha vuelto al nivel en que se fue y a Peru no le alcanzaban las piernas y la cabeza para resolver todos los entuertos en los que le metía su socio de la izquierda. El último en llegar carga la losa del pasado rayista en Riazor y en partido y medio ya va camino de superar aquello para marcar nuevos registros de desconcierto. Cerca está de reconciliar a la hinchada con Lampropoulos, que al menos tenía el detalle de salir a pedir perdón cuando pifiaba al nivel del nuevo.
En la otra punta del campo, Beauvue deambulaba y Çolak tiraba pelotazos contra un muro. Los chispazos del turco no prenden como solían y las pequeñas dosis en que se suministra empiezan a no compensar su tiempo de juego. Falta Aketxe para compartir las marcas y respaldar su talento. Frente al Sporting, Gaku pensó por todos, pero el japonés se fundió entre Gijón y Oviedo. Quedó Bergantiños, incapaz de sobreponerse a las comprometedoras entregas recibidas desde la zaga y la ausencia de objetivos en movimiento coordinado de la medular hacia arriba. Inoperantes las bandas, donde Simón empeoró a Bóveda y Salva Ruiz fue el Salva Ruiz del primer día, quedaba un conjunto partido en dos, a merced del ataque coral del enemigo, autorizado a retomar el balón donde quería.
Hasta el entretiempo y la caseta. El cuándo y el dónde para desmontar la zaga de cinco, que ofrece signos de agotamiento, reforzar a Merino con la hiperactividad de Mollejo e ir reestructurando el conjunto, pieza a pieza. Aketxe para que se vaya rodando, Uche para sostener el eje, Keko por si tras veinte centros llega el bueno. 4-2-3-1 clásico mediante el que defenderse con balón y atacar con sentido. Y como colofón, la estrategia. El Dépor que aún tiene pulso. Salvado por una espinillera.
Çolak se impuso a Beauvue para tirar el penalti fallado
El guion de la cita pudo cambiar mucho antes del descanso si Çolak hubiera anotado el penalti con el que De la Fuente Ramos premió el desplome de Abdoulaye Ba, tímidamente abrazado por Tejera. Las cámaras delataron la conversación mantenida entre el turco y Beauvue sobre el punto de los once metros. Ganó el primero, que estrelló en Lunin un lanzamiento flojo y a media altura.
El meta ucraniano prestado por el Real Madrid al Oviedo es un especialista en esta suerte y ha detenido ya varias penas máximas en su todavía corta carrera. Defendiendo a los del Tartiere ya le paró una a un ex del Dépor: Pedro Sánchez, del Albacete.