La salvación del Deportivo está en manos de un entrenador deprimido, unos jugadores indolentes y un consejo de administración superado por la situación
19 jul 2020 . Actualizado a las 14:34 h.El Deportivo está a punto de retroceder cuarenta años en su historia. De momento, lo ha hecho 32, pues vuelve a estar a un partido de descender a Segunda B, como cuando Vicente salvó al equipo en el minuto 92. Si mañana no hay milagro, regresará a 1980, cuando militó en la citada categoría de bronce del fútbol español.
La dramática situación que está atravesando no es casual. Es fruto de una vergonzosa temporada de todos los estamentos del club, que no han estado a la altura de lo que merece la centenaria entidad. El problema es que entre todos lo mataron y el Deportivo está a punto de morirse solo. Y llegados a este punto, las preguntas son claras: ¿Quién arregla ahora este descalabro? ¿Están los actuales actores (consejo de administración, asesores, cuerpo técnico y jugadores preparados para evitar la debacle? Mientras, la afición sufre, cuenta las horas que quedan hasta mañana a las nueve y se va haciendo a la idea de que el temido final está cercano.
¿Está Fernando Vázquez en condiciones de dirigir mañana al equipo?
La llegada del técnico de Castrofeito fue recibida con esperanza por una afición que se arrodilló ante él. Se presentó en A Coruña como el salvador. Y consiguió darle vida a un equipo que estaba muerto. Encadenó una serie de victorias (muchas no sin dosis de fortuna) y devolvió la ilusión. Sin embargo, igual que le pasó hace ocho años, fue un efecto gaseosa. Tras el impulso inicial, llegó el reencuentro con la realidad.
Y en las últimas semanas ha perdido el control absoluto de la situación. Con cada alineación, en lugar de sorprender a los rivales, despista a sus propios jugadores. Luego trata de arreglarlo con los cambios, pero no siempre lo consigue. Y acaba teniendo un grupo que no sabe por dónde anda.
Las dos últimas derrotas son un ejemplo de la deriva hacia la que navega el equipo y el estado de ánimo que exhibe tras cada derrota no ayuda en nada.
¿Se puede confiar en unos jugadores sin sangre ni amor propio?
Las cuentas que hace hoy por hoy el deportivismo van más por esperar que el Lugo y el Albacete pierdan y que el Numancia no gane, que por confiar en que el Deportivo se imponga al Fuenlabrada. Porque si los rivales pinchan, a los coruñeses les valdría un empate, que también le sirve al Fuenlabrada para acceder al play off. Porque, la realidad es que nadie confía ya en una plantilla que se ha ganado a pulso estar donde está. Unos jugadores que, con honrosas excepciones como la de su capitán, no tienen ni sangre ni amor propio. Y mucho menos respeto por el futuro de la institución. Muchos se irán a final de temporada pase lo que pase y les da igual el daño que han generado.
En septiembre se confeccionó un plantel descompensado, que acumuló 19 partidos consecutivos sin ganar. Pero luego, los que llegaron para protagonizar el efecto gaseosa se quedaron en eso, en sifón.
Obviamente, el equipo mejoró con las nuevas incorporaciones, pero no lo que se esperaba después de haber tenido que ponerse en manos de Abanca para poder fichar. Al final, se gastó el dinero para remar, remar, remar y acabar ahogándose en la orilla. Mañana, el club podría estar sin euros y sin categoría.
Entretanto, actos de indisciplina, como el de Çolak, que no se entrenó el pasado lunes sin dar explicaciones a nadie y, aunque luego pidió perdón, su gesto es condenable. Y qué decir de Koné, que no quiso quedarse para los últimos encuentros y prefirió abandonar A Coruña.
¿Qué han hecho el consejo de administración y sus asesores?
El accionariado deportivista apostó fuertemente el pasado mes de enero por Fernando Vidal, confiándole el presente y, sobre todo, el futuro de la sociedad. Se puso en manos de Fernando Vázquez para reconducir la situación deportiva e invirtió dinero en reestructurar la plantilla para tratar de salvar la categoría.
Además, se rodeó de importantes asesores que pronto se hicieron notar en el club más por sus salidas de tono que por sus soluciones. Pero con el paso de las semanas, los líos llegaron a la plaza de Pontevedra.
Primero se fue el director general, posteriormente uno de los consejeros deslizó que se estaba elevando artificialmente la deuda y que no hacía falta el acuerdo con Abanca... Y todo este clima no ha contribuido a mantener la tranquilidad necesaria para que el Deportivo siga en el fútbol profesional.