El Deportivo lleva meses instalado en el peor momento de su historia. Pero aquí no sucede nada salvo el obligado relevo en el banquillo. A falta de cinco partidos para que termine la primera fase de esta extraña Segunda B, el Deportivo tiene muy difícil seguir peleando por un ascenso que le resarza mínimamente de sus continuos fracasos. Cuesta cuantificar el despropósito en el que vive sumido el club, perdido en una liga más que mediocre de hasta 102 equipos. Con el músculo que desde hace un año le proporciona Abanca, ni en el mercado invernal de la anterior temporada ni en el del pasado verano arregló nada. Los continuos errores en la contratación de jugadores, incapaces de puntuar ni contra el Celta B ni contra el Coruxo, son el ejemplo más palpable de un día a día de una entidad a la deriva. Por eso el deportivismo no se puede permitir que no pase nada, que el análisis dentro de un club campeón de Liga se reduzca a la falsa excusa de que la pelota no quiere entrar.
Lo dijo hace unos días Paco Jémez, ¿por qué se tiene con los jugadores —hablaba de Hazard— la paciencia que no se contempla con los entrenadores?
A estas alturas ya solo un milagro mantiene siquiera una mínima opción de pasar a la segunda fase y no decir todavía adiós al ascenso. Pero en realidad ya se teme por la caída del Deportivo a la próxima cuarta categoría del fútbol español, si es que no se termina coqueteando este mismo curso con un desplome a la quinta, que aún parece poco probable, pero que no se puede descartar en un equipo que lleva ya 513 minutos sin marcar. Incapaz de meterle un gol al Coruxo, Unionistas, el Compostela, el Salamanca, el Zamora y durante la última hora ante el Celta B.
No sucede por casualidad. Durante el verano, el club permitió que el jugador del millón de euros, Rolan, no se entrenase, y cuando fue incapaz de venderlo, no podía ni traerlo a España con la documentación en regla. El deportivismo no puede consentir que no pase nada. Hace algo más de un año el actual consejo de administración llegó pidiendo unidad ante una situación de emergencia, y forzó un relevo a la carrera en la presidencia, pero la situación actual, mucho más grave que aquella a nivel deportivo, le obliga a asumir su responsabilidad y tomar decisiones. Un giro que pellizque también al equipo y refresque una estructura hipertrofiada.