El Deportivo prorroga su ineficacia a balón parado, convertida en un serio lastre
12 abr 2021 . Actualizado a las 11:51 h.Si el césped artificial fuera parqué y mermara el tamaño de la cancha y el balón, Rubén de la Barrera tendría jugadores y jugadas para probar infinitas combinaciones hasta acertar. «Desafortunadamente, esto no es balonmano», lamentaba el viernes el entrenador coruñés. Así que las variables para el Nuevo Ganzábal quedaron reducidas a las que siguen: faltas laterales, saques de banda y de esquina, dos manos en alto, solo una arriba, Héctor al lanzamiento, Keko en la ejecución... No son pocas opciones con las que probar, sin entrar siquiera en zona de finalización. Ahí se dispara la cantidad de mezclas porque se añade además punto de encuentro con la pelota y posible rematador. Cuando agoniza el partido, se suma a estos últimos cualquier portero poseído por el espíritu de Aranzubía. Lucho, para la ocasión.
Allá fue el colombiano, a cazar un empate con el que ampliar el crédito adquirido desde su debut. No funcionó. El cuero le quedó tan lejos como a cualquier compañero, tanto en ese último córner a la desesperada como en cada acción de estrategia ejecutada con anterioridad. En Langreo, Riazor y todos los campos a los que el Deportivo ha ido a probar. «En cuanto a posibilidades de remate, los números han aumentado claramente», esgrimía también el viernes De la Barrera, admitiendo enseguida que «es cierto que a nivel de eficacia, no». Por la cabeza del entrenador pasaban probablemente un par de frentazos de Uche y algún otro de Granero y Bergantiños. Ni de eso hubo en el Nuevo Ganzábal, donde cada centro dibujó una curva excesiva hacia el cielo para caer con ventaja para el rival.
Atendiendo a lo ensayado en Abegondo, donde el penúltimo entrenamiento semanal se concentró en esta suerte, Héctor se encargó de lanzar desde la derecha, a pie cambiado (también había probado Salva Ruiz, por si no se producía el relevo en el lateral). Keko se ocupó del resto, en ausencia de Raí y de Gandoy, los otros ejecutores adiestrados. La fórmula, también revelada por el míster a los medios, no parecía compleja: «Atendiendo a lo que somos individualmente y a cada situación, y a cómo nos defiende el rival, se trata de encontrar los mejores puntos de partida, recorrido y posiciones finales para que la posibilidad de remate sea lo más clara posible». A balón parado importa menos si el césped es artificial. «Cada vez que vas a un campo así, parece que cada saque de banda, cada falta es algo más de lo que realmente es», había aclarado el técnico. Y es cierto. Tampoco esta vez. Ni con Lucho para el gol.