Deportivistas, confesémonos. Cuando a una hora del comienzo del partido, Rubén de la Barrera dio a conocer su once, sudores fríos recorrieron nuestros cuerpos. Volvía Celso Borges al once, cuya ausencia coincidió con el mejor Dépor de la temporada. El tico había vuelto a jugar unos minutos en la pasada jornada, en el fin de la racha coruñesa de cuatro victorias consecutivas.
Celso volvió a ser titular, pero el equipo ya no es el mismo que dejó meses atrás. Es otro. Más compacto. Más hecho tácticamente. Con más talento, por la recuperación de Keko y Miku y la aportación de Villares. Y también mejor físicamente. Es verdad que la plantilla sigue manifestando carencias, pero al menos los once reman en una dirección. Con un criterio. Y eso es gracias al entrenador.
Rubén eligió a Celso para jugarse la vida contra el Numancia. Porque sí, una derrota hubiera complicado muchísimo la clasificación para jugar la Primera División RFEF, el ineludible objetivo secundario, una vez se fracasó estrepitosamente en la primera fase de la competición. Y lo eligió por algo. Porque en la cabeza del entrenador había una idea de partido en la que el tico era importante por alguna razón.
Y la había. Claro que la había. Y se manifestó desde el pitido inicial. El Numancia acudió a Riazor sediento de sangre, apretando la salida de balón coruñesa con hasta tres jugadores avanzados, intentando sacar partido de las jugadas a balón parado. Además, Diego Aguirre y Menudo son dos lanzadores excepcionales en cualquier falta o córner; y la envergadura de Borges fue básica para controlar esos centros al área (y no solo se defendió, también marcó Borges en un córner). Además, con la salida lavolpiana de balón que hace De la Barrera, con los centrales abriéndose para que Bergantiños se meta entre ellos, la figura de Borges fue clave para darle el primer apoyo en la salida formando un rombo que alivió la asfixiante presión numantina. El tico dejó el campo en el 80 y en medio de un merecido gran aplauso. Rubén lo vio antes que nadie y Celso lo ejecutó a la perfección. Dos avemarías y un padrenuestro.